domingo, 10 de abril de 2011

Cuerda Locura


Ghandruk, 5 de Noviembre de 2010

Después de 14 días rodeando estas montañas, mañana iniciare la ascensión al Santuario de las Anapurnas. Este lugar es muy bello. Trato de disfrutar del puro presente de este peregrinaje. Intento saborear cada paso, cada respiración, de contemplar hondamente cada imagen que se revela en mi camino. La variedad de paisajes y culturas que hallo en estos montes no deja de sorprenderme. He habitado en poblados newar, tamang, gurung y asentamientos tibetanos. Estos montes están llenos de vida que descubro poco a poco, surcando sus hermosos campos de arroz y mijo hábilmente esculpidos en las laderas, siguiendo el curso de sus poderosos ríos, atravesando auténticas junglas en las que me sumerjo en hipnóticas bandas sonoras de pura vida salvaje, cruzando pedregosos desiertos y ascendiendo montes y pasos nevados, desde los que veo de cerca las más altas cumbres que jamás conquistare.




Ahora mismo estoy en Ghandruk, un poblado al que he llegado atravesando un bosque de rododendros. Es una bellísima aldea de etnia Gurung. Aquí se vive como lo hacían hace 40 años en el Pirineo. En un breve paseo, he visto moler harina con un molino de pedal, separar el grano del forraje, ordeñar una búfala, segar un campo a dalla, recoger las gigantescas hojas de unos enormes arboles para alimentar al ganado y decorar las casas con preciosas guirnaldas de caléndulas frescas para preparar el Dipawali (la fiesta dela hermandad). Una decena de chavales cantan y bailan muy alegres mientras como en una plazuela. Me sorprende lo bien que entonan, el amplio repertorio con el que cuentan y su libertad de movimiento. Ninguno supera los diez años. Estos mocos son muy hábiles, necesitan bien poco para entretenerse. Al terminar el repertorio me cuelgan el tradicional collar de caléndulas y pasan el plato pidiendo una propina.

Me siento muy afortunado por todo lo que estoy disfrutando y aprendiendo de este largo camino. Por supuesto no todo es perfecto. Hay muchas cosas que pueden resultar desagradables o chirriantes. Los senderos están a menudo muy sucios, el plástico es una plaga muy difícil de combatir. Maldigo el momento en que apareció en escena, ya que lo considero absolutamente innecesario y perjudicial. Todos los productos procesados y envasados constituyen un detrimento en la calidad de la alimentación, un absurdo consumo energético y un residuo inorgánico difícil de tratar. También la carretera que están construyendo me rompe el corazón. A pesar de que soy consciente de que se ha convertido en una necesidad para los que pueblan estos lares, esta carretera acabará con la esencia de este lugar. El turismo, que da de comer a muchísima gente, a veces genera celos e intereses poco admirables entre los locales. Por otro lado, situaciones como pasar una diarrea en un día de lluvia torrencial tras un resbalón en un rio, puede resultar muy desagradable cuando uno no cuenta con un compi de viaje que te eche una mano en los momentos difíciles, pero, a pesar de todos los pesares, estoy en la gloria. Uno aprende poco a poco a plantarle al mal tiempo buena cara y a tratar de seguir observando el puro presente. Es increíble la capacidad transformadora que tiene la sonrisa.




Sucedió el primer día de ruta hace dos semanas. Estábamos jugando en el “ping” de la escuela, con mi amigo Sunil y los demás chavales de Bahundada, un poblado que jamás olvidaré, en lo alto de la colina de los brahmanes, a una jornada de Besi Sahar. Los “ping”, esos fascinantes columpios hechos con cuatro palos de bambú, se montan para que los críos jueguen durante el festival. En pleno festival de Dasain, el “ping” constituía la principal atracción para los chiquillos. Sunil, que es uno de esos chavales llenos de energía y vitalidad, se sube al ping muy ufano y dispuesto a demostrar sus habilidades. En un momento dado, hace una extraña pericia y la liana cede y se rompe. Inmediatamente después del susto, viene la carcajada. Afortunadamente no se ha hecho daño. Todos los niños comienzan a reír a carcajada limpia. Tras celebrar que Sunil ha salido ileso, observamos el estado del columpio. Uno de los extremos de la cuerda se ha roto bien arriba con lo que resulta imposible de reparar. Habría que hacerlo de nuevo y eso no esta en las normas. Pero los niños no dejan de reír en ningún momento. Me maravilla observar como todos aceptan de buen grado que el juguete se ha roto y que forma parte del pasado. Como el arrepentimiento o la culpabilidad no tienen caso, lo mejor, lo más inteligente, es sonreír y buscar nuevos modos de diversión que tardan muy poco en hallar usando de otro modo el averiado artefacto.

Al día siguiente, me sentía tan feliz que fui incapaz de reemprender la marcha que no había hecho más que comenzar. Cuando le dije a Sunil que me quedaba un día más se puso muy contento. Ese día me llevo a la “jungla de los Tigres” al templo de Durga e incluso hicimos una sesión de yoga con sus hermanas y una chica coreana.  Nos hicimos buenos amigos, Sunil estaba muy contento. Al día siguiente por la mañana, muy temprano, pensé que quizás se pondría triste al despedirnos. Lo único que hicieron él y sus hermanos fue sonreír.






Pokhara 16 de Noviembre de 2010

Anteayer llegué a Pokhara, tras un total 24 días de travesía. He completado el circuito de las Anapurnas y la ascensión al santuario o campo base. A excepción de dos días que fueron de puro descanso. He caminado una media de ocho horas a buen ritmo. También invertí tres días en hacer excursiones adicionales, por un lado necesarias para aclimatar, pero también por pura devoción. He encontrado infinitamente más interesante el circuito que rodea estas montañas, con toda su riqueza cultural, que la ruta que asciende al campo base, que no tiene mucha vida. Nunca había estado tan alto. El paso de “Turung La” se encuentra a 5.416mts. sobre el nivel del mar y en una de mis excursiones, ascendí un pico de los que rodea el lago helado cuya cumbre esta a 5001mts. Pero eso no es nada comparado con esos gigantes blancos que me dejaron pasmado y ante los que me postré con absoluta devoción.

Me resulta muy curioso observar las sensaciones que tengo al estar allí arriba cuando releo las notas de mi cuaderno: “Al llegar la cima del pico, siento una tremenda satisfacción, esas preciosas vistas, la recompensa por el esfuerzo, la sensación de libertad… Pero tras observar la inmensidad que me rodea durante unos instantes, el deseo de subir más arriba todavía, de conquistar las más altas cimas, enseguida sustituye la placentera sensación que me permitía disfrutar del presente. El deseo humano es insaciable.

La ruta ha sido toda una experiencia y he hecho buenas amistades en el camino. Park, un monje coreano que conocí en Bahundada, me ha enseñado muchas cosas acerca del budismo zen y creo que lo volveré a encontrar muy pronto. A Clara, una  guapísima Neoyorkina de ascendencia guineana muy interesada en budismo y yoga, la conocí en un ciber en Kathmandú y la volví a encontrar en la ruta junto con Francesc, otro buscador catalán muy majo que esta haciendo un largo viaje. También John, Fritz, Dirck, Eneko y Aurora y tantos y tantos amigos unidos por el camino y por la mesa en esas estupendas cenas tras duras jornadas de caminar y caminar.

Para los que no lo vieron:

http://www.youtube.com/watch?v=VvZCguJjckc


Aquí en Pokhara, esta mañana he alquilado una bicicleta y he visitado la parte antigua de la ciudad. Interesante, mucho movimiento. El Lakeside de Pokhara (centro turístico de la ciudad al borde del Lago Phewa) no tiene ningún interés excepto sus restaurantes para turistas donde uno puede disfrutar de exquisitas cenas después de tanto caminar. Al bordear el lago en bici en dirección norte, he encontrado preciosos lugares muy apacibles y  con extraordinarias vistas sobre el lago con sus barquitas de pescadores que faenan estas placidas aguas. Creo que este es un buen lugar para invertir unos días en la lectura, escritura, dando paseos en bici y descansando.


                                                              

Boudhanath 1 de diciembre de 2010

Después de más de diez días de literatura, largas prácticas de yoga y deliciosos paseos en bicicleta en Pokhara, regreso a Kathmandú. Tras una accidentada llegada a Thamel, con una noche de diarrea incluida, claro síntoma de que no me apetece nada quedarme allí, decido alojarme en Boudhanath.

A veinte minutos del centro en bici o en tempo, este asentamiento tibetano me resulta mucho más agradable que Thamel como centro de operaciones para las gestiones que tengo que hacer en la capital. El estruendo de los cuernos y tambores, a las cinco de la madrugada, procedente de los numerosos monasterios que aquí se concentran, es una delicia comparado con el caos circulatorio del centro de Kathmandú y el insulso y agobiante barrio de Thamel. Boudhanath es un lugar en el en el que la cultura tibetana se muestra muy accesible. Los monasterios tienen sus puertas abiertas al público y en muchos se ofrecen cursos y retiros a los que asisten muchos occidentales. Cada día, al alba y al atardecer, cientos de monjes y seglares dan vueltas y vueltas en torno a la gigantesca stupa (la mayor del país) bajo la omnipresente mirada del Buda.

Tras solicitar la visa para India en la embajada, alquilo una bicicleta de montaña y hago un recorrido de tres días por el Valle de Kathmandú. Pedaleando en este valle, a escasos kilómetros de la capital, me siento más aventurero que caminando en las anapurnas. Allá los caminos están repletos de senderistas occidentales, aquí tras tres días pedaleando no he encontrado ni un solo turista salvo en lugares muy concretos como las visitadísimas Bakhtapur y Dulhikel.

En la recóndita y apacible Namobudha convivo con monjes tibetanos en un tranquilo monasterio de reciente construcción. En este precioso rincón del valle, el atardecer tiñe el cielo de un intenso purpura que contrasta perfectamente con el verde oscuro del exuberante bosque que recorta el horizonte.  Al amanecer, todo lo cubre un inmenso mar de plata en el que el bosque desaparece por completo y el horizonte se pierde en la inmensidad.

En el monasterio, asisto a la puja matutina en la que los novicios recitan sutras durante horas y trato de meditar, pese que aquí, la meditación en silencio se practique raramente ya que la recitación es su forma de meditación principal. El resto del día lo invierten en las labores del monasterio, en el estudio de las escrituras y en la elaboración de las delicadísimas pinturas murales que decoran los muros de la sala principal.

De regreso, pedaleo por la parte meridional del Valle, en la que visito un sinfín de auténticos poblados “Newar” diseminados a lo largo del rio donde no encuentro ni un solo turista. Al llegar a Kathmandú por la puerta trasera, me quedo estupefacto en la increíble plaza de Patan. No hay palabras para describir todo el arte que ese lugar alberga. Harían falta unos cuantos museos de los grandes para exponer todo aquello.






Ayer, tras larguísimas colas en la embajada, conseguí la anhelada estampa en mi pasaporte que me da derecho a pasar un máximo de seis meses en India. Mañana, desde muy temprano, viajaré en autobús hacia Lumbini, lugar fronterizo que vio nacer a Siddhartha Gautama "El Budha"  donde espero llegar antes del anochecer. Allí tomaré mi cuarto curso de meditación vipassana, esta vez un “satipatthana suttam” de solo siete días.

Lumbini, 3 de Diciembre de 2010

Este lugar tiene escaso interés, El mega-complejo en torno al nacimiento del Buda, a medio construir bajo el planeamiento del arquitecto japonés Kenzo Tange, es una especie de parque temático bastante soso y artificial, con representación de las distintas tradiciones budistas del mundo. Creo que si el buda viese esto se echaría las manos a la cabeza. Aquí cada país o institución budista, ha plantado su monumento, templo, monasterio o stupa y los turistas, que vienen en visitas organizadas, recorren enormes distancias para ir de uno a otro. Solo hay dos centros en los que se enseña o practica meditación. El resto es puro escaparate.

En unas horas dará comienzo mi retiro de meditación. Este centro, a pesar de enseñar exactamente lo mismo, no tiene nada que ver con el de Barcelona. A medio construir, resulta mucho más austero, sin embargo, los dormitorios son individuales y además de la sala principal, cuenta con celdas individuales de meditación. Para mi sorpresa, soy el único occidental inscrito en el curso, todos son indios y nepalís. Hay un anciano que me llama mucho la atención, es indio y viene de Darjeelin. He intercambiado escasas palabras con él, pero lo suficiente para comprobar que habla ingles, lo cual facilita la comunicación. Habrá que esperar a que el curso acabe.

Lumbini 11 de Diciembre de 2010

El retiro ha ido bien, muy bien. Como siempre duro, muy duro. Pero el balance es muy positivo. Me siento enormemente feliz, o sea que la cosa funciona. A pesar de que hasta ayer, último día de curso, no mediamos palabra, ha sido la experiencia mas intensa que he compartido con locales en lo que llevo de viaje. Efectivamente aquel viejito ha resultado ser todo un personaje. Me ha dado buenos consejos y se ha mostrado amabilísimo durante los escasos momentos que hemos tenido ocasión de compartir. Creo que será difícil olvidar la sonrisa de este anciano.

Ayer,  mientras los estudiantes y servidores del centro estábamos sentados durante la meditación principal vespertina, alguien se coló en mi habitación, carente de puerta ya que el centro esta en obras y  me robó  la pequeña cámara fotográfica con la que viajaba. Sentí mucha rabia, más que por la cámara, que era un modelo muy sencillo, porque perdí las fotos del Valle de Kathmandú entre las que había autenticas joyas. Tendré que aprender la lección y a viajar sin cámara, al menos hasta que me haga con otra. Hablé con los trabajadores de las obras del centro, máximos sospechosos a mi entender, en busca de arrepentimiento, pero por supuesto no hubo respuesta. Pensé en  denunciarlo, pero solo de imaginar la odisea se me quitaron las ganas. La cosa no acaba aquí, junto con la cámara se llevaron el dinero que había reservado para llegar hasta Varanasi (unos quince euros). Por falta de suministro, ninguno de los dos cajeros que hay en Lumbini funciona. El secretario del centro partió esta mañana hacia la central de Katmandú con el dinero de las donaciones así que el encargado del centro no puede hacer nada. Nunca me había encontrado en esta situación, literalmente sin un duro. Mis compañeros y el encargado del centro han reaccionado enseguida, han hecho una colecta y han recaudado más de lo que yo había previsto. Mañana temprano emprenderé mi viaje hacia India. Estoy algo nervioso, pero tremendamente ilusionado.





Varanasi, 13 de Diciembre de 2010

Ayer viajé durante todo el día en autobuses, trenes y rickshaws hasta llegar aquí. Estoy en Varanasi (Benarés). Este lugar es increíble. Si he de usar términos más concretos para describir esta ciudad sagrada, en función del momento podría decir que Benarés es: espesa, todo un poema o lo que yo llamo cuerda locura. No basta con verlo, esto hay que escucharlo, olerlo y sentirlo con todo tu cuerpo, en todas sus dimensiones. Lo que uno siente al llegar a este lugar es absolutamente inenarrable, indescriptible. Por mucho que te hayan explicado, por mucho que hayas leído o visto en fotos, películas o documentales, esto hay que vivirlo. En este país conviven más de dos billones de personas. Varanasi es, posiblemente, uno de los lugares más densamente poblados del planeta. Pero no solo de humanos, un sinfín de vacas, perros, monos, cabras, aves y otros seres, conviven en esta ciudad sagrada abarrotada de vidas y muertes en la que ambas, laten con intensa presencia.

Esta mañana, muy temprano, antes de que saliese el sol, he subido a la azotea de la pensión en la que me alojo al borde del Ganges, para tener una primera impresión antes de bajar al rio a presenciar el amanecer de la ciudad. La imagen del rio plateado al alba me ha producido estupor. En tan solo unos instantes me he encontrado rodeado de monos por todas partes. Las azoteas de Varanasi están plagadas de estos curiosos seres. Nunca los había tenido tan cerca. He de reconocer que estaba algo nervioso. Porque, no es que no haya nada que temer. Estos animales son muy descarados y, al igual que los perros, pueden resultar agresivos y también transmiten la rabia, así que no hay  que confiarse demasiado. Pero, a pesar de que no cesaban de correr y saltar de una terraza a otra con admirable agilidad, no mostraban síntomas de agresividad. Así que me he quedado ahí, durante unos instantes, observando su movimiento y su actitud, por momentos, increíblemente humana.

Cuando he bajado al rio a presenciar la salida del sol, la orilla estaba ya rebosante de vida. Hombres y mujeres recitando mantras, saludando al sol, bañándose en el río, aseándose, afeitándose, cortándose el pelo, lavando ropa y de mas actividades relacionadas con el agua y la purificación. A pesar de que las aguas de este rio están tremendamente contaminadas, esta gente no deja de confiar en su poder sagrado y purificador. Creo que hay un plan del gobierno para tratar de depurar las aguas negras de este dios.

Poco a poco, conforme el sol se iba alzando en el azul pálido del firmamento, el gentío se ha ido dispersando y entonces, ha sido la muerte la que ha comenzado a surgir. A lo largo del día y sobre todo al atardecer, centenares de cuerpos son quemados en público el los “ghats” (escalinatas que bajan al rio) destinados a este fin. Este país esta lleno de creencias, algunas de ellas más que surrealistas. Existe la creencia de que todo aquel que muere en Benarés, queda liberado del ciclo de las vidas y muertes (sámsara). Esta creencia ha convertido la ciudad en el destino de enfermos y ancianos, que quieren pasar sus últimos días en la ciudad santa. A lo largo del Ganges se alinean numerosas residencias destinadas a albergar a los moribundos.

Al atardecer, desde la azotea de la “Shiva Guest House”, agradable y modesta pensión en la que me alojo, he presenciado uno de los más bellos espectáculos que he visto. En la azotea de enfrente, un adolescente alza una pequeña cometa haciéndola volar. Poco a poco le va dando cuerda y el pequeño artefacto asciende ganando más y más altura. El chaval no deja de aplicar agiles movimientos con increíble destreza, la cometa se alza hasta llegar muy muy lejos. Poco a poco van apareciendo más y más cometas en la escena. Al cabo de un rato el cielo esta plagado de estas
pequeñas y juguetonas artistas. En casi todas las azoteas, que son una infinidad, hay al menos un chaval volando su cometa. Permanezco boquiabierto contemplando el bellísimo poema. Este lugar no deja de sorprenderme. Benarés en si, es todo un poema.


Mysore, 21 Diciembre de 2010






Cuando me planteé este viaje decidí invertir la mitad del tiempo en viajar y, al menos la otra mitad, en vivir en un lugar donde poder concentrarme en el estudio y práctica de yoga. Después de darle muchas vueltas, me decidí por Mysore, una de las mecas del yoga en el sur del país, con un perfecto clima tropical para pasar los meses de invierno. Así que tras cruzar el país en un largo viaje de dos noches en tren, llegue a la ciudad de los maharajás. En los tres días que llevo aquí, he alquilado una modesta pero muy agradable habitación con camping-gas, nevera y banyo propio, he comprado una bici india que venderé cuando me valla, y he empezado mis clases de yoga con Bharath, un excelente joven profesor de hatha yoga, que si no es engullido por su propio negocio, lleva camino de convertirse en todo un maestro. De aquí surgieron algunos de los más importantes maestros de yoga-asana del último siglo como Krishnamacharya y sus discípulos, BKS Iyengar y K Pattabi Jois. La ciudad cuenta con una de las universidades más prestigiosas para el estudio de Sánscrito.

Se puede decir que esto es una especie de oasis para los guiris que venimos a aprender yoga ya que hay buenos profesores y es un lugar bastante fácil y tranquilo dentro de lo que cabe. Si todavía hay alguien que piensa que India es un remanso de paz y tranquilidad en le que todo el mundo practica yoga y vive en perfecta armonía, esta muy equivocado. Más bien al contrario, esto es una especie de locura colectiva ilimitada, dentro de la cual, si uno se zambulle tratando de observarla con mucha paciencia, puede llevarse la sorpresa de encontrarse con la lucidez más absoluta.

Este es, definitivamente, un pueblo de extremos con una cultura absolutamente extraordinaria al que la industrialización le sienta francamente mal, y el materialismo esta minando la esencia de la espiritualidad que, a pesar de estar presente en todos los rincones, desgraciadamente, casi siempre se queda en la pura forma de la fe ciega en la religión.  De todos modos, son muchas indias, muchísimas y yo no he visto nada. Este país es muy grande y diverso y la india de Varanasi no tiene absolutamente nada que ver con la mega-metrópoli que me encontré en Delhi, de camino hacia aquí, ni mucho menos con la que he hallado aquí al sur, en Mysore.

Después de tanto viaje y tanta aventura, la verdad, es que tengo muchas ganas de tratar de establecer una rutina dentro de esta especie de cuerda locura.






YOGA, YOGA, YOGA...
Mysore, Febrero  de 2010

Hace ya unos días, le comentaba a mi hermano por skipe, que me llama mucho la atención el hecho de que este país cause impresiones tan distintas a aquellos que lo visitamos. Son muchísimos los que regresan horrorizados después de una visita a India. Todo les resulta una tremenda desgracia.  Por otro lado, este mismo lugar, ha cautivado durante milenios  a incontables viajeros que un día descubrimos en esta cultura una inagotable fuente de sabiduría.

De acuerdo con que aquí hay mucha miseria y un sinnúmero de injusticias. El mundo entero esta lleno de miserias, desgracias e injusticias. Aquí esta mucho mas patente la pobreza material y la diferencia de clases sociales que en otros lugares. A lo largo del día te has podido hallar frente a cientos de mendigos que te han pedido limosna. Esta situación, a veces puede llegar a resultar muy agobiante. De estos, al que no le falta algún miembro, es paralitico, ciego, sordo, leproso o simplemente paupérrimo. Si uno analiza este dato, sin más, pensará ¡Que horror! ¡Cuanta miseria! Pero a veces uno levanta la mirada, y al dirigirla a los ojos del mendigo observa que, no todos, pero algunos de ellos te dedican una preciosa sonrisa acompañada de ese modo tan particular de ladear la cabeza como diciendo: “venga hombre, suéltame unas rupias que para ti no es nada y a mi me ayudas mucho”. Ante tal evidencia resulta imposible negarse. Yo trato de llevar siempre suelto en mis bolsillos. He llegado a hallar tanto amor al recibir esa sonrisa de agradecimiento, que alguna vez me he encontrado caminando por la calle deseando que alguien se acercase a pedirme unas rupias.

En otros lugares del planeta, resulta más lógico medir la miseria con otros baremos; depresión, alcoholismo, delincuencia, drogodependencia, etc. El índice de suicidios es un baremo muy significativo. Existen países en los que el índice de parados es bajísimo y la pobreza material prácticamente inexistente y, sin embargo, tienen los índices de suicidios más altos del mundo. No existe mayor desgracia que la de aquel que un día decide acabar con su vida. Todos conocemos algún caso más o menos cercano. A alguno de nosotros incluso, en el momento más bajo de nuestras vidas, ese pensamiento ha llegado a surcar nuestras mentes. Los límites de ese pensamiento se encuentran en el respeto y el amor hacia las personas queridas. No existe nadie más desgraciado que aquel que, en un momento dado, su desdicha es tal que decide trascender esos límites.

Una amiga me comentaba el otro día que, lo que a uno le acontece cuando viaja, puede verse como un reflejo de su estado emocional. Este es quizás otro argumento razonable que responde a mi cuestión inicial. En estos momentos de mi vida me considero francamente afortunado, más feliz que nunca. Supongo que esto influye de un modo sustancial en lo que estoy viviendo en este viaje.
¿Cuál es el origen de la desdicha y cual el de felicidad? ¿Cómo pasa uno de sentirse tan desgraciado a sentirse tan afortunado? ¿Qué es el yoga y que papel juega en todo esto?

La felicidad es como un jardín. Para obtener un edén sano y hermoso es necesario quitar las malas hierbas, remover la tierra, seleccionar las simientes, plantarlas con sumo cuidado, regar, abonar, podar, etc.  Es fundamental mantenerlo y alimentarlo constantemente y, sobre todo, hacerlo con Amor, con mucho Amor. De este modo el jardín puede convertirse en un paraíso pero, si se abandona, si uno deja de cuidar su jardín, este puede convertirse en un autentico infierno. Cada cual es responsable del estado de su propio jardín. Uno puede regalar simientes a otro y se pueden intercambiar técnicas de cuidado o trucos, incluso es posible echar una mano, en un momento dado, en el jardín de otro. Pero nadie puede responsabilizarse de  jardín ajeno. Por mucho que nos empeñemos en buscar causas externas, tanto la felicidad como la desdicha, son responsabilidad única y exclusiva de cada cual. Hay quien nace con un jardín de lujo y muere en un autentico barrizal. Hay quien nace con un desierto y muere en un precioso vergel.

El yoga es un compendio de técnicas y herramientas para el cuidado de ese jardín. En Sánscrito, esta palabra tan de moda, significa unión o integración. Pero ¿Qué unión? La integración de todos los elementos que conforman nuestro ser. Dicho de otro modo, el desarrollo de la conciencia, el auto conocimiento o la autorrealización. Esto es lo que le lleva a uno a la famosa paz interior.

El alejamiento produce ansiedad y caos. El acercamiento produce serenidad, paz, libertad y, en definitiva, felicidad. Durante milenios, todos los sabios a lo largo de la historia han repetido una y otra vez lo mismo. ¡Conócete a ti mismo! La paz, la conciencia absoluta, Dios o como cada cual lo quiera llamar o entender esta en tu interior.

Es yoga, todo medio que conduce a ese fin. Jesucristo fue un gran yogui. El Buda, Moisés, Mahoma y tantos otros también lo fueron. Hay muchas formas de yoga, cada cual ha de encontrar la suya y hacer su propio trabajo. Esto requiere de una búsqueda, para hacerlo no es necesario pertenecer a ninguna religión o secta. Se puede optar por eso, pero eso puede resultar incluso más difícil, ya que es fácil caer en la fe ciega, en realizar rituales sin comprenderlos, en creer que solo adorando a muestro dios este va a hacer el trabajo por nosotros  y así, resulta imposible avanzar en ese proceso de acercamiento.

Una alimentación sana y libre de toxinas, un ejercicio físico adecuado, aprender a respirar y a relajarse y la meditación y sus aplicaciones son formas de yoga que si se practican adecuadamente y con correcto discernimiento, producen acercamiento y equilibrio. Nunca es demasiado pronto ni demasiado tarde para empezar a practicar.

Cuando uno practica yoga-asana (posturas de yoga), uno observa y practica con su cuerpo colocándolo en todas las posiciones posibles, trabajándolo en todas las direcciones. Pero, lo más importante, es hacerlo con plena conciencia, tratar de hacerlo lo mejor posible, con mucha humildad y sin ansiar resultados, aceptando el cuerpo tal y como es, con todas sus limitaciones. Esto ayuda a desarrollar la conciencia y a mantener el cuerpo saludable. Pero si uno se obsesiona con tener un cuerpo 10  o comienza a practicar  de modo mecánico, olvidándose de tomar conciencia del trabajo en cada respiración, ya no es yoga.

Asimismo, cualquier acción que hagamos con plena conciencia, tratando de dar lo mejor de nosotros y desapegándonos del resultado final, es yoga. Cuando uno trabaja en algo en lo que cree y lo hace con absoluta humildad y puro convencimiento de que esta dando lo mejor que puede dar, esta practicando yoga, esta en paz consigo mismo. Lo mismo es aplicable al modo de cuidar de nuestros hijos, padres, amigos, entorno, etc…

Se trabajan así, distintos aspectos de nuestro ser. Al principio, el yoga, es algo que uno practica unas horas a la semana, después son unas horas al día y finalmente se convierte en un modo de vida. Pelar una patata, hacer la tortilla completa, comérsela, pueden convertirse en prácticas de yoga si se hacen con plena conciencia.






Es posible que me este enrrollando demasiado con esto. Quizás, lo más apropiado, seria contaros un día en Mysore y dejarme de tanto yoga. Voy a tratar de hacerlo, pero será imposible separarlo de la práctica de  yoga.

Trato de madrugar, me encanta despertarme con el canto del almuecín de una mezquita cercana, ese hombre tiene una voz muy clara y serena. Siempre hago el mismo ritual, medio litro de agua, como algo de fruta y me acuclillo. La fruta aquí es extraordinararia. Todavía no es tiempo de mangos, pero la papaya y la piña están en su punto y los plátanos son exquisitos. Suelo hacerme una ensalada a la que le añado un poco de “curd”, un yogur bastante líquido que también resulta excelente.

Con las necesidades primarias cubiertas, me siento a mi meditación matutina.
¿En que piensas cuando meditas? Esta es una pregunta muy frecuente. Meditar es, precisamente, el fenómeno que se produce cuando uno mantiene la mente libre de pensamientos. Todo lo que pensamos pertenece al pasado o al futuro. Meditar es tomar consciencia del presente. Pero sentarse así, de sopetón,  a observar el presente y no pensar en nada es prácticamente imposible. Trato de concentrarme pues, en un objeto que mantenga mi atención enfocada en tiempo presente. Lo más sencillo y universal, es observar la respiración.

Observo el paso del aire por las fosas nasales o me concentro en el movimiento del vientre y trato de mantener la atención sobre  si el aire esta entrando  o saliendo. Sin modificar nada, aceptando cualquier anomalía. Trato de mantener la postura firme pero relajada, manteniendo la espalda erguida y tratando de eliminar toda tensión innecesaria.  En el momento en que percibo que hay algo, que no esta bien en mi postura, trato de corregirlo y vuelvo a observar la respiración. En cuanto me doy cuenta de que, de modo inconsciente, mi mente ha sido invadida por pensamientos (esto al principio es casi todo el tiempo), tomo consciencia de ello y vuelvo al concentrarme en la respiración. Es fundamental tratar de no reaccionar ante ningún deseo (mover la pierna que se me duerme, rascarme allá donde me pica, quitarme ropa porque siento calor...). Si me duele algo lo observo y trato de mantenerme concentrado en mi objeto (respiración), si tengo calor y empiezo a sudar, también lo observo.

Desarrollar ecuanimidad es la clave del éxito en el trabajo. Si reaccionamos ante cualquier deseo o estímulo, los alimentamos y nos convertimos en esclavos de estos. Así resulta imposible hallar el equilibrio. Más reaccionamos más ansiamos y mas desgraciados somos. No somos capaces de dejar de desear de manera voluntaria, pero si, de dejar de reaccionar. Al hacerlo, al restar ecuánimes frente al deseo, este pierde fuerza y finalmente se desvanece. La meditación es un modo extraordinario de entrenar la mente y desarrollar ecuanimidad.

La meditación suele acabar con la cantarela de los primeros vendedores ambulantes. Esto es algo muy curioso. Aquí hay venta y servicio ambulante de casi todo lo que uno pueda imaginar. Incluso de lo que jamás hubiera imaginado, como el servicio ambulante de plancha, que consiste en una mesa sobre ruedas y una plancha de carbón. ¿Os acordáis del afilador? Pues es lo mismo, el paisano ofrece su servicio con la cantarela y la gente le lleva las camisas y de mas para que se las planche. Los primeros vendedores son los de flores. Lo primero que hacen la mayoría de los hindús, al punto de la mañana, es presentar sus ofrendas a los dioses en los pequeños altares que todos tienen en sus casas. Las cadenetas de flores, de venta en todas partes, constituyen un bien de primerísima necesidad.

Al salir de casa las mujeres están limpiando la calle para ofrecer su mandala al altísimo. Me parece un bellísimo modo de comenzar el día. Después de barrer y echar unos barreños de agua en el trozo de calle que les corresponde, con sumo cuidado y plena conciencia, cada una delante de su puerta, se dispone a dibujar el mandala del día con una especie de yeso sobre el asfalto mojado. Esta es una forma de yoga llena de simbolismo. En esencia, las bellas figuras geométricas constituyen una ofrenda, pero el modo de hacerla es fundamental. Se hace con polvo porque es efímera como todo en esta vida. Hacen una figura distinta cada día pero, a su vez, también es cambiante a cada instante pues se va borrando y transformando. Estas figuras no son difíciles de ejecutar, la cosa tiene su método, pero requiere de suma concentración. La intención al hacerlas, el ofrecimiento, ha de ser puro, sin esperar nada a cambio. Algunas, terminan su mandala coloreándolo con pétalos de flores. Es muy bonito encontrarse la calle cada día con nuevos mandalas en la calle.

Al final de la calle varias vacas son ordeñadas por sus dueños que venden la leche en el puesto de venta en el que siempre hay una larga cola a esta hora.

El resto del dia lo paso de clase en clase: Hatha yoga en la escuela de Barath y filosofía (bhagabad guita, kirtan y yoga sutras) con James Boag, todo un maestro de origen ingles que es encantador y con el que he hecho muy buena amistad, anatomía con un profesor australiano... De vuelta a casa, me ducho, me hago la cena y me siento a la meditación de la tarde. Trato de meditar antes de amanecer y antes de anochecer. Ceno muy a gusto y me siento a estudiar un rato. Aprovecho para revisar el correo y, a veces, para charlar un ratico por skipe con la familia.


No hay comentarios:

Publicar un comentario