jueves, 23 de diciembre de 2010

Hacia las anapurnas


     “La gata en la nevera” hace referencia al formidable libro de Peter Matthiessen “El Leopardo de las Nieves”. A Tochka, una preciosa gata balinesa que adoptamos cuando vivía con Eugenia en Kazakstán, le encantaba meterse en la nevera. Esto es lo más parecido que he visto al Leopardo de las Nieves que Matthiessen describe en su extraordinario relato de una expedición, en los años setenta, a la remota tierra de Dolpo al noroeste de Nepal. El objetivo de la expedición era el estudio del bharal o cordero azul himalayo, y la esperanza, ver al más hermoso y raro de los grandes felinos, el mítico leopardo de las nieves. Para Matthiessen, adentrarse en la tierra de Dolpo, enclave de cultura tibetana en estado puro, significará mucho más que una expedición naturalista; despojarse de las comodidades y ataduras de la civilización, convivir con hombres y paisajes en su más elemental belleza y penetrar en si mismo por las vías del budismo. Más allá del puro relato científico, el texto nos acerca a esta rica cultura y el autor observa y reflexiona, en tiempo presente, en torno a su propia experiencia a la hora de recorrer el camino.


“Un hombre sale de viaje y es otro quien regresa” 
Peter Matthiessen  
El Leopardo de las Nieves









BARCELONA – KATHMANDU


     13 Oct. 2010
     Por fin llega el momento. Tengo la misma sensación de euforia que tenia cuando, con diez y siete años, me fui por vez primera de viaje en tren a recorrer Europa. Es exactamente la misma que he sentido en todos los viajes que he emprendido. Me resulta muy curioso observar esta sensación. El sistema nervioso se altera mucho conforme se acerca el momento de emprender el viaje.

     Lo mas importante para disfrutar de un buen viaje es iniciarlo lo más ligero posible. El hecho de querer dejarlo todo listo, para marchar con los deberes hechos, genera un sinfín de listas que nunca termina uno de tachar. A medida que me desprendo de estas listas voy sintiéndome más y más ligero. Los nervios y la ansiedad van desintegrándose paulatinamente. Se revela una creciente sensación de euforia muy importante producto del vacio generado al deshacerme de los quehaceres cotidianos y de la ilusión por lo que me ampara en el viaje. Esta euforia viene acompañada de una pizca de melancolía por aquello realmente importante que va quedando atrás. Mi sobrino Manu, que cumplirá siete años en reyes, lloró anoche al acostarse. Era consciente de que me iba a un largo viaje, de que no nos veremos en lo que para el significa muchísimo tiempo, de que este año no estaré para esquiar juntos en Navidad, en los momentos mas emocionantes del año.

El avión con destino a Londres realiza una curiosa maniobra y se dirige hacia la pista. Siempre me llama la atención esa larguísima cola de pájaros de hierro que se aproximan lentamente en fila india hacia la pista de despegue. Cuando lo observo, siento mi parte de culpa frente a la tremenda contaminación producida por los aviones en los tiempos que vivimos. Este es uno de los motivos por los que me gusta más viajar por tierra o por mar, el otro, es el ritmo mucho mas pausado de esos medios que, cuanto más lentos, hacen del viajar una actividad más humana; mucho mas interesante a mi parecer. Siempre he soñado con hacer una de esas vueltas al mundo a lo Willie Fog. Una vuelta al mundo minimizando, en la medida de lo posible, el uso de los medios de locomoción de tracción mecánica; pedaleando, a bordo de un velero, a caballo, en canoa o en parapente y, por supuesto, caminando. El aparato se sitúa en la línea, listo para iniciar el despegue. Los motores del Air Bus A-320 rugen. El cacharro se precipita a lo largo de la pista y… Una vez más esa sensación de ingravidez tan agradable. He de reconocer que también me gusta viajar en avión y que por supuesto tiene sus ventajas. El aparato se balancea primero a la derecha, ofreciéndonos una ultima mirada sobre el Mediterráneo, y luego a la izquierda, mostrándonos La Ciudad Condal. Ciao Barcelona!
     Las ultimas llamadas desde el Aeropuerto del Prat: mi tío Paco, viajero con mucha solera, que supo hacer de la afición profesión. Gran conocedor de India y Nepal entre muchísimos otros lugares que ha recorrido a lo largo y ancho del globo. La pregunta que uno se hace es ¿dónde no ha estado el tío Paco?  La respuesta es; en Kazakstán. Aprovecho para despedirme y escuchar sus últimos sabios consejos y sugerencias. Mi hermana Susana, alma gemela y cómplice de mi vida, me llama para darme los últimos achuchones telefónicos. Llamo a mis queridísimos padres, a quienes dedico este viaje, que considero el más importante de los que he hecho hasta la fecha. Por mucho que me esfuerce, jamás seré capaz de hacer, ni una millonésima parte de lo que ellos han hecho y siguen haciendo por mí. Inagotables viajeros y veteranos montañeros, son los mayores culpables de mi pasión por la montaña y por descubrir otras culturas. Anoche, vía “skipe”, mi hermano Santiago me comentaba desde Ginebra que el fenómeno del “couch surfing” (red de viajeros que compartimos “sofá”) es lo mismo que hacían mis padres gracias al esperanto (lengua auxiliar internacional) con otros esperantistas del distintos lugares del planeta. Recuerdo con ilusión, cuando venían (y siguen viniendo) a casa otros esperantistas desde distintos lugares del globo unidos por esa curiosa lengua inventada y, por supuesto, por algo mucho más vital: El deseo de descubrir y conocer otras culturas y sus gentes. Los medios han cambiado en la forma pero, la esencia y la necesidad de viajar es exactamente la misma. Somos curiosos por naturaleza.

     En estos momentos sobrevolamos los Pirineos ¡tristes montes!*. Me vienen a la memoria Vio y sus escasos habitantes, Chin Chin, Sergio, Eli, Jesús, Javier… Tambien Severino Pallaruelo* y, por supuesto, pienso una vez más en Yeba. Ese buen perro pastor que adopté escasos días antes de dejar el pueblo. A veces cometemos autenticas locuras de un modo absolutamente consciente. Cuando hallé aquel animal, escuálido, llorando y absolutamente desesperado en los montes de Yeba, no hacía más que repetirme a mi mismo; no Dani, no puedes hacerlo, te vas de viaje… Sin embargo, cuanto más me lo repetía, más convencido estaba de que acabaría adoptándolo. Creo profundamente que Yeba ha llegado a Vio por algún motivo en particular. Soy de los que piensan que todo en esta vida tiene un motivo, que nada sucede por casualidad. A mi lado, dos japonesas muy graciosas, una de ellas con unos fantásticos zuecos de “Hello Kitty”, duermen como marmotas. Sobrevolamos la costa sur de Inglaterra. En unos minutos aterrizaremos en Londres. ¡Tan rápido!

     He de reconocer que me fascina la “multinacionalidad” que hoy día se encuentra al viajar en este medio. En el transfer en Heathrow, conozco a una mejicana que vive en Múnich, cuyo novio alemán trabaja en Katmandú. Va a visitarlo y a pasar sus vacaciones haciendo senderismo en El Himalaya. En el avión a Delhi, a mi derecha, dos señoras indias de avanzada edad que residen en Londres, van a visitar a sus familiares por Dasain. A mi izquierda, una autentica hippie neozelandesa, de unos 65, que vive en Londres me pregunta de dónde soy. Cuando le contesto me dice: ¡Waw! ¡En los 60 las Baleares eran un paraíso! Melanie, viaja al noroeste de India. Lleva más de veinte años haciéndolo para practicar meditación con su gurú en Dharamsala. Cuando el avión despega, cruzo mis piernas y me dispongo a meditar. Entonces Melanie exclama: ¡Nice idea! Hace un nudo con sus piernas adoptando un perfecto loto y meditamos.





KATHMANDU


     14. Oct. 2010

     A las 3:30 PM hora local, aterrizamos en el aeropuerto de Katmandú. Lo primero que siento al bajar del avión es ese olor dulzón producto de la contaminación, me produce incluso un ligero lloriqueo que cesa enseguida, en cuanto me acostumbro. Rellenando los papeles para el visado, conozco a Willie, suma y sigue en la lista de multinacionales, este peruano  casado con una alemana y con dos hijas, vive en Frankfurt y tiene una empresa de “kayak” y “rafting” en Cusco (Perú). Willie lo tiene muy claro; viene a Nepal a bajar sus famosos ríos, si es posible sin pagar, llevando balsas de turistas.

     Estoy algo nervioso y excitado, incluso un poco aturdido por el viaje. Con el timbre en el pasaporte, valido para tres meses, tras comprar rupias nepaleses en una ventanilla de cambio, salimos del aeropuerto y tomamos un taxi a medias a Thamel (el barrio de turisteo y hoteles baratos). Me encuentro con una ciudad muy caótica y con altos índices de contaminación atmosférica y acústica. Pequenyos taxis, incontables motos y bicicletas que transportan familias enteras, rickshaws, tempos y microbuses en los que no cabe un alfiler. No sólo personas, todo tipo de animales; perros, vacas, cabras, gallinas, patos, gatos, cerdos… circulan a su libre albedrio y se entremezclan con los vehículos sin ningún tipo de concierto. El, aparentemente inexistente sistema de recogida de basuras no es un problema para los residuos orgánicos, que son consumidos por la abundante fauna. El problema radica el plástico que se acumula formando montones a los lados de las calzadas. Un comerciante echa un poco de paja a uno de estos montones de dimensión considerable y le prende fuego. El plástico, al arder, desprende ese desagradable olor pestilente tan característico y contaminante. La pésima calidad del refinado de los combustibles se hace notar y el hecho de que la ciudad se encuentre en el fondo de un valle en el que el aire circula con dificultad, contribuye a la acumulación de esa densa nebulosa que llamamos polución. La mascarilla es una prenda más de la vestimenta de la mayoría que no tardare en adoptar.

     Ya en Thamel, entramos en un locutorio. Los dos queremos consultar nuestro mail. No sabemos  donde nos vamos a alojar. Yo he hecho un par de contactos mediante “couch sufing”, los dos han aceptado mi solicitud, pero todavía no tengo ninguna dirección ni teléfono. Al conectarme, veo que Arjun, el primero de los candidatos, esta conectado. Rápidamente le escribo un mensaje diciéndole donde estoy y pidiéndole su teléfono pero no obtengo respuesta. Llamo a mis padres para decirles que he llegado bien lo cual agradecen. Mila, mi otro contacto en “couch”. Me responde diciéndome que ella esta en el pueblo de sus padres celebrando las fiestas de Dasain (las mas celebradas en Nepal) pero me da el teléfono de su hermano que esta en Katmandú y, “casualmente” es guía de montaña. Llamo al hermano de Mila y me dice que el no me puede alojar, que su casa esta completa, pero me da el contacto de Vishnu, colega suyo que si tiene disponibilidad. Le llamo, me dice que esperemos en el locutorio, que viene en diez minutos. En el momento de colgar, aparece Arjun. Lo reconozco por las fotos de CS. Me quedo estupefacto, no se que decirle. Me pide disculpas, me dice que se había equivocado de fecha, que pensaba que llegaba mañana, que ha visto mi mensaje y ha venido enseguida, pero que sintiéndolo mucho, hoy le resulta imposible alojarme. Arjun es un chico ario de mi edad y estatura, de pelo gris cobrizo peinado a lo John Travolta y ojos de un intenso azul grisáceo. En el observo alguien honesto y sincero, pero muy ocupado. Es comprensible, en su perfil explica que es guía de senderismo y estamos en temporada alta. Le digo que no se preocupe, que ya he contactado con otro “couch” que esta de camino. Arjun me da su tarjeta e insiste en que nos veamos otro día. Acepto la invitación y nos despedimos.

     Cuando me acerco al mostrador del locutorio para pagar el internet y las llamadas echo en falta el pequeño tarjetero de plástico donde llevo parte de mi documentación: mi DNI, carnet de conducir, tarjeta de federado de montaña y una de mis tarjetas de crédito. De golpe siento como todo mi sistema nervioso se altera. El corazón me late intensamente y siento cómo un flujo de sensaciones sutiles recorre todo mi cuerpo. Busco en todos los lugares posibles. Son pocos, ya que todavía no he manipulado mi mochila y la bolsa de mano es muy pequeña. Inmediatamente después de comprobar que, ciertamente, he perdido el tarjetero, lo visualizo en el mostrador de cambio del aeropuerto. Solicito otra conferencia y cancelo la tarjeta de crédito extraviada.

     Pago mi cuenta al amable dependiente del locutorio y aparece Vishnu. Es un chico de etnia guiri, de treinta y tantos, con los ojos muy ensangrentados. Nos presentamos y le presento a Willie. Le expongo mi situación y le digo que he de tomar un taxi de inmediato al aeropuerto para ir a buscar mi tarjetero. El propone que tomemos un taxi para dejar las mochilas en su casa que esta de camino y que yo continúe en el mismo al aeropuerto. En el taxi nos explica que esta noche hay una fiesta a la que estamos invitados. Aceptamos la propuesta, vamos a su casa y quedamos mas tarde en el Hotel Vijara. Anoto las direcciones y me voy directo al aeropuerto.

     Entro por la puerta de llegadas, explico mi situación en el exiguo control de policía, me registran y voy directo al puesto de cambio de moneda en el que estoy seguro de haber olvidado mi tarjetero. El chico del puesto de cambio da un bote nada mas verme. Inmediatamente me explica que ha salido en mi búsqueda en cuanto ha visto lo que había olvidado, pero que no me ha encontrado. En efecto difícil, ya que Willie y yo salimos disparados, nos confundimos  entre la multitud y tomamos el taxi enseguda. Muy amable, me acompaña al control de policía en el que me acabo de registrar explicandome que lo ha depositado allí. Los cinco funcionarios apostados en el raido escritorio del control comienzan a buscar el extraviado objeto por todas partes. Sobre el escritorio, entre las páginas papel biblia listadas a mano del libro de registro en el que minutos antes he escrito mis datos. Del espacio que tiempo atrás alojaba los cajones del escritorio, comienzan a sacar ropas, una riñonera, periódicos arrugados, pero ni rastro del pequeño tarjetero. Todos comienzan a ponerse algo nerviosos, el dependiente del puesto de cambio exclama y exclama desesperadamente. A pesar de no entender ni una palabra de nepalés, creo comprender exactamente lo que sucede. Posiblemente un policía “corrupto” se ha llevado el tarjetero.

     El policía que parece el responsable, pide un poco de calma, yo la mantengo en todo momento. La tarjeta esta cancelada. Sólo son documentos que únicamente pueden suponer engorrosas gestiones burocráticas y largas colas. No se porqué, pero confío plenamente en que voy a recuperarlo. Mi padre siempre me dice que tengo una flor en el culo y creo que, a pesar de que no debo confiar en esta, mi querido padre lleva mucha razón en esto. El responsable se dispone a hacer una llamada de móvil, me pide que me tome asiento en el lugar que ocupaba uno de los policías que se ha levantado, y habla con un par de personas a través del celular y. En su escaso inglés, me dice que no me preocupe, que lo ha localizado, que es cuestión media hora.
Estoy dispuesto a pasar la noche allí. No tengo nada que perder, no hay motivo para sentirme apresurado. Aprovecho para charlar con los policías con los que me entiendo, medianamente bien, en un inglés nada ortodoxo. Al cabo de media hora aparece una chica joven vestida de paisano que entiendo que es una de las policías que estaba en el turno anterior. Abre su bolso y saca el tarjetero, no falta nada. La chica esta muy avergonzada. Su superior le pide explicaciones. No entiendo lo que dicen pero creo que la chica debería de haber dejado el tarjetero en el control y no habérselo llevado consigo al finalizar su turno. Estoy tranquilo. Creo haber anulado tarjeta de crédito a tiempo y tengo toda mi documentación. Doy gracias a la chica, a los policías del control y al chico del puesto de cambio.

     Salgo del aeropuerto, se ha hecho de noche, la oscuridad es absoluta. Tomo un taxi, fijo el precio y me dirijo al Hotel Vijara. El pequeño Suzuki se precipita, demasiado veloz a mi entender, por las accidentadas calles de la ciudad. Un eterno negro inunda el horizonte. Entre la mugre del parabrisas, la ínfima intensidad de los faros y que estamos sumidos en uno de los apagones que, por lo visto, son mucho más que frecuentes, no veo absolutamente nada a más de dos o tres metros de distancia. A golpe de claxon, esta es la manera de conducir aquí. Cuento hasta cincuenta bocinazos por minuto. El claxon se usa para apartar de en medio a cualquier ser, independientemente de su naturaleza,  que se interponga en el camino. En la guía he leído que este es un lugar con un altísimo índice de accidentes de tráfico. No me extraña lo mas mínimo. Lo mejor es respirar hondo, relajarse y pensar que todo va a ir bien.

     El Vijara se encuentra en un lugar apartado del tumulto. En su interior, un precioso patio muy cuidado y florido, una agradable biblioteca con libros de budismo y del Tíbet y un bonito restaurante con una pita estupenda. Pregunto por la fiesta, nadie sabe nada. Solicito una llamada y llamo a Vishnu, no contesta. Estoy hambriento. No he comido nada desde el último avión y eso hace mucho. Me siento en el restaurante. El menú esta repleto de sugerentes propuestas a precios más que asequibles. Me decido por una sopa de tomate y unos momos, raviolis grandes de pasta fresca rellenos de verduras  y cocinados al vapor. Los primeros momos, dedicados a mi hermana Susana, tal y como le prometí. Saboreo el exquisito bocado y termino con una deliciosa tarta de manzana y un te massala (mezcla de especias). Leo unos minutos la guía para reposar la comida.

     Me dirijo al mostrador del hotel y solicito otra llamada local. Esta vez consigo hablar con Vishnu. Me explica que la fiesta no es exactamente en el hotel, sino en la azotea de un edificio cercano. Me indica como ir hasta allí, pago las cuenta y me dirijo hacia el lugar de la supuesta fiesta. Lo cierto es que no tengo ni una pizca de ganas de fiesta. Después de recuperar el tarjetero solo pienso en mi mochila pero, de todos modos, ¡que más da! Decido optar por relajarme y  disfrutar del presente.

     En la azotea de un tosco edificio de hormigón de siete plantas una trentena de guiris y una docena de propios fuman “ganja” (marihuana local muy aromática) y beben licor de arroz y cerveza. Dos chavales tratan de entonar un reggae bastante primitivo con una guitarra y un bajo eléctrico. Willie, el peruano, esta completamente integrado en la fiesta. Conozco a los contertulios. Rama, el hermano de Mila, es el primero en presentarse. Media docena de franceses bastante jóvenes y muy majetes que viajan desde hace meses por el sudeste asiático y llevan un mes en Nepal. Una pareja de holandeses, un ruso, canadienses, eslovacos, polacos y el anfitrión, un sueco muy salao que vive aquí desde hace meses y trabaja en una ONG. Este chico me recuerda a mi cuando vivía en Kazakstán.

     Algunos de los presentes planean ir a Langtang, en un grupo organizado junto con Rama, Vishnu y otros locales que se divierten en la fiesta. El organizador del trekking es “casualmente” Rama, que me pregunta enseguida por mis intereses en Nepal. Le explico que planeo hacer un largo trekking en las anapurnas, a pesar de que mi verdadera ilusión seria ir a Dolpo. Me responde que si es así, que no cuente con el (no pensaba hacerlo). Me expone que las anapurnas están plagadas de occidentales y que no es una buena opción para descubrir el autentico Nepal. En cuanto a Dolpo, explica que es muy complicado, que el alojamiento es inexistente y que para la parte alta, que es la interesante, los permisos son muy caros. Le explico que soy consciente de ello y que por eso mi plan es ir al Anapurna. A continuación comienza a venderme las ventajas y cualidades de Lantang y me anima a que me una al grupo añadiendo que no me voy a arrepentir.

     Me intriga un chico ruso algo más joven que yo, que parece muy astuto y entendido. Le saludo en ruso, nos presentamos, me cuenta que ha recorrido las anapurnas, el Everest, la zona del Kanchenjunga y el parque de Langtang. Explica que es cierto que en las anapurnas hay mucho turista, pero que no hay menos en Lantang o en el campo base del Everest. Añade que, sin embargo, el área del Kanchenjunga, en el extremo nororiental del país, es mucho mas remota y apenas se encuentran turistas. Pero que allí no hay infraestructura, has de ir en expedición o ser absolutamente autosuficiente (tienda, comida, etc.).  Me aclara que el circuito de la anapurnas es precioso y que si cuento con el tiempo suficiente es una excelente opción que merece mucho la pena a pesar del turisteo y de la carretera que están construyendo en la parte occidental del recorrido.

     Al exponerle mi interés por Dolpo, me dice que esta planeando viajar allí próximamente con su reciente compañera. Me intereso por sus planes. No lo tiene demasiado claro y tampoco se muestra interesado en compartir su aventura. De todos modos, tampoco a mi me apetece ligarme a alguien que apenas conozco y que tampoco me inspira demasiado para compartir una aventura tan larga e intensa.
Estoy agotado, solo querría irme a descansar, pero no me queda más remedio que esperar a que la fiesta llegue a su fin. Hacia las dos de la madrugada parece que la cosa se agota y cae por su propio peso.
Vishnu, su novia Belga, un chico parisino, Willie y yo nos ponemos en marcha. En el camino, enseguida encontramos un taxi disponible. Vishnu, bastante borracho, pacta el precio y nos embutimos los cinco en el diminuto Suzuki. La novia de Vishnu, que es muy alta y estirada, se sienta delante. Yo me encasqueto como puedo encima del chico parisino y Vishnu y Willie que es enorme, se incrustan como pueden, así que viajamos cuatro en el escaso asiento trasero. Esto, por lo visto, es aquí muy normal. El hecho de que el Suzuki 800 valla más que sobrecargado tampoco impide que el vehículo se lance, en la más absoluta oscuridad, como una bala por las accidentadas calles de la ciudad a estas horas prácticamente desiertas. Nos lo tomamos con mucha filosofía y no paramos de reír durante todo el trayecto.

     Cuando llegamos a la casa son más de las tres. Vishnu me pide dinero para el taxi. Le doy lo que me pide. Willie entonces, en castellano y con mucha discreción, me expone que a él le ha hecho pagar un montón de bebida y comida para la fiesta, el taxi de ida y algo para ganja. Me dice que lo ha hecho gustosamente, que los precios  son asequibles pero que, entre todo, el alojamiento no va a salir tan barato como pensábamos. La casa es modesta y esta medianamente limpia. Consta de cocina, aseo y dos dormitorios amplios y enmoquetados. Vishnu nos facilita un delgado fotón a cada uno que rápidamente distribuimos en la habitación. Explica que ha de marchar por la mañana temprano y que nos vemos por la noche. Yo le hago entrega de una pequeña caja de bombones comprada en el aeropuerto para la ocasión y le pregunto si podemos disponer de una llave a lo que me responde que no es posible, que no tiene copias. Que si necesitamos algo, que lo llamemos por teléfono. Estoy exhausto, ha sido un largo día. A pesar de ello me siento a meditar sobre mi futón mientras el resto duerme. Duermo profundamente.




     15 Oct.
     Un vendedor ambulante me despierta con su animada cantarela. Me asomo a la ventana, en la estrecha callejuela repleta de verdor, lo veo pasar con una bici cargada de naranjas y plátanos. La luz del sol se filtra tenue a través de la suave neblina que todo lo inunda. Un elegante pájaro negro con cresta y pecho rojo y el pico muy fino y alargado que tengo justo enfrente, a un par de metros, me deleita con su delicado canto.  A pesar de ser más de las nueve, me siento a meditar. Sobre las diez, Willie se despierta. Los dos decidimos mudarnos a una pensión. Sin más dilación, tras despedirnos de la estirada novia belga de Vishnu, pidiéndole que haga lo propio para con este, Nos  largamos.
     En Thamel Willie se decide por una céntrica pensión. Yo prefiero probar suerte en Paknajol, una zona que parece más tranquila y apartada al norte del barrio. Consigo una habitación correcta con baño compartido en la “Tibetan Peace Guest House”, una pensión más que económica y animada pero tranquila. Regentada por una alegre familia tibetana, dispone de un agradable jardín rodeado de caléndulas. Paso el resto del día descansando y leyendo.



     Del 16 al 18 de Oct. 
     Invierto estos días en preparar mi ruta. Estoy leyendo “El Leopardo de las nieves” y se me ha metido en la cabeza la extravagante idea de ir a Dolpo. El permiso a la parte alta me resulta inaccesible, pero me contentaría con visitar el Bajo Dolpo que tan solo cuesta 20 dólares. ¡Como somos los seres humanos! ¡Nunca tenemos suficiente! Lo estudio del derecho y del revés, pero entiendo que no puedo emprender semejante travesía solo. Mi amigo David, que planeaba unirse a la aventura, descarta el viaje y se queda en España por cuestiones burocráticas. Algunas agencias ofrecen expediciones a Dolpo, pero no hay salidas a la vista. Además, una expedición queda absolutamente fuera de mi escaso presupuesto y la idea es viajar de manera independiente, no ligado a un grupo organizado. Busco compañero de viaje en foros de internet, pero tampoco hayo resultados. También necesitaría una tienda ligera, la mía la dejé en Vio y las de imitación que se encuentran en las tiendas de Thamel me parecen menos que fiables.  Finalmente, guiado por la sensatez y el buen juicio, decido dejar la aventura de Dolpo para el futuro. Quizás con mi amigo David el año que viene.
Decido ir a las anapurnas, como dice mi madre, la primera idea suele ser la buena. En estos días he conocido muchos turistas que van a Langtang. Este parque nacional, de reciente apertura, ha recibido muy buena publicidad en los últimos años y parece estar muy de moda. El circuito del Anapurna es probablemente el trekking más famoso del mundo y por supuesto recibe una gran cantidad de  visitantes. Pero la zona es mucho mas amplia y variada y si sumamos la ascensión al santuario y algunas de las posibles variantes puede resultar, como dice la guía, una experiencia épica de 25 o 30 días.
     En la tienda de un simpatiquísimo sherpa, la mar de amable y experto, cambio mi saco del decatlón que considero insuficiente por un extraordinario plumas, Nord Face de imitación pagando un suplemento de 20 euros. También decido cambiar un forro fino por un jersey muy ligero y abrigado de pashmina que considero mas adecuado. Completo mi botiquín con un antibiótico en caso de disentería que no había previsto y un blíster de Dyamox para ayudar a la aclimatación en caso de mal de altura que me recomiendan llevar.
     El domingo, es el día más importante de Dasain, la mayor fiesta anual de Nepal que dura 15 días y celebra la victoria de la diosa Durga sobre las fuerzas del mal, personificadas en el demonio búfalo de Mahisaura. Cientos de animales son sacrificados en su honor. En cierto sentido podría decirse que es el equivalente a la Navidad en nuestra cultura. Camino hasta la plaza Durbar, centro histórico de Katmandú. Las calles están llenas de gente celebrando la festividad. Van todos muy arreglados, las mujeres lucen sus mejores galas. A los hombres, una gran señal circular dibujada con una mezcla de arroz y carmín les cubre la frente. Todos se muestran muy alegres, cordiales y felices. Los comercios, a excepción de las peluquerías, los sastres y los vendedores ambulantes, están cerrados. La plaza, desprovista hoy del control de entrada para turistas, es una autentica joya. Los devotos hacen cola en la entrada de los templos para presentar sus ofrendas a las divinidades. Las procesiones se suceden por las estrechas calles de los alrededores que esconden fascinantes rincones, templos, stupas y patios. Al final del día me retiro, muy contento de haber pasado Desai en este lugar y listo para iniciar mi aventura en el Himalaya.



     19 Oct.
     Al salir de Katmandú, me siento como Harryson Ford en Blaid Runner (versión final feliz) cuando sale de ese oscuro submundo urbano y descubre que la naturaleza todavía existe en el exterior. Uno respira de nuevo. Tengo la sensación de haber estado todos estos días conteniendo la respiración. Al bajar del autobús, en la parada que este hace para desayunar, en un restaurante al aire libre al borde del Rio Mahesh Khola respiro profundamente. El clima es perfecto y por vez primera desde que salí de España disfruto del contacto del sol en mi piel. Hasta ahora, una densa neblina lo cubría todo.

     Disfruto del hermoso paisaje de colinas arboladas y campos de arroz. El rio resulta algo inquietante, en algunos puntos descubro la formación de fuertes remolinos que arrastran cúmulos de basura. Observo como, un animal muertoinas arboladas y campos de arroz. El rio resulta algo inquietante, en algunos puntos descubro la formación de fuertes remolinos que arrastran cúmulos de basura. Observo como, un animal muerto del tamaño de un perro o una cabra, es arrastrado por la corriente y finalmente engullido por el rio. ¿Dónde habrá ido a parar? Reflexiono en torno al modo en que las ciudades, carreteras y otras construcciones se comen la naturaleza. Igual que el agua de este rio se ha tragado a ese animal, el cemento y el asfalto de la civilización humana se traga toda forma de vida con una velocidad de vértigo. Me inquieta mucho más, el hecho de pensar dónde va a parar toda esa vida.

     Tras ocho horas de autobús, recorriendo estrechas carreteras serpeantes llanas de baches, abducido por la belleza de los paisajes, llegamos a Pokhara. Esta ciudad no me parece en absoluto atractiva, pero su emplazamiento, entre el hermoso lago Fewa y la cordillera de las anapurnas es, sencillamente, perfecto. Allá se ubica el Lakeside, uno de los centros turísticos más solícitos del país. El día esta despejado y el atardecer, con las montañas y  el lago es una delicia. Más tarde me arrepentiré de no haber llevado conmigo la cámara ese día en mi paseo por el lago. Por lo que he podido comprobar, lo que venden todas las imágenes de Pokhara (las vistas de las montañas nevadas tras el idílico lago) resulta dificilísimo observar desde este lugar. Por lo general, a pesar de disfrutar de un agradable clima templado y de unos rincones muy apacibles al Norte de Lakeside, las nubes, casi siempre esconden el precioso tesoro nevado.



     20 Oct.
 
     Dejo aquello que no necesito para la travesía a la custodia del amable propietario de la pensión. Muy contento, mochila a la espalda, me dirijo a la oficina de inmigración para tramitar mi permiso de trekking. Lo que no he conseguido en varios intentos días atrás en Kathmandú a causa del festival, lo obtengo aquí en menos de media hora.

     En un a casa de comidas me atravieso un dahl bat a modo de almuerzo. Dahl significa lentejas y baht arroz y normalmente va acompañado de un curry de verduras y chapati. Los más completos vienen con un pikkle y yogurt… Suele servirse en bandejas de inox con compartimentos o, en una bandeja redonda el arroz y en cuenquitos individuales el resto. Yo lo consumo a diario. Es de lo más completo y nutritivo. Estos ingredientes (legumbre y arroz) constituyen la base de la alimentación en más de medio mundo. 

     Con las pilas cargadas me dirijo a la concurrida estación de autobuses. Tomo el primero que sale a Besi Sahar, punto de partida de la travesía. Disfruto de un viaje que esperaba corto y se convierte en cinco largas horas en un autobús en el que, cuando uno piensa que no cabe ni un alfiler, se suben cinco, cargados hasta los topes, con más insospechada impedimenta.

     A mi lado, la madre de dos preciosas criaturas, que me recuerdan mucho a mi sobrina Rajkumari cuando llegó a España desde estas tierras,  ya no sabe cómo acomodar a las niñas. En un momento dado me dedica una mirada interrogante, yo miro mi regazo, me doy una palmada en las piernas y le ofrezco mis brazos. La niña me dedica una de esas sonrisas que le roban a uno el corazón y, muy coqueta, accede a que la tome en brazos y la siente en mi regazo. ¡Mucho mejor! Los cuatro viajamos así, mucho más cómodos. Pese que la madre no hable una palabra de ingles, Sumita, que enseguida se presenta, me demuestra su perfecto dominio de esta lengua haciéndome un exhaustivo interrogatorio. Esta niña de ocho años, se convierte enseguida en mi primera maestra de nepalí. Jugamos a veo-veo, nombrando  todo aquello que vemos por la ventanilla del autobús. Su hermana pequeña duerme en el regazo de su madre. De este modo aprendo, que ruk es árbol, nadi – rio, ghar – casa, bhat – arroz, indrini – arcoíris, ping – columpio…