domingo, 10 de abril de 2011

Cuerda Locura


Ghandruk, 5 de Noviembre de 2010

Después de 14 días rodeando estas montañas, mañana iniciare la ascensión al Santuario de las Anapurnas. Este lugar es muy bello. Trato de disfrutar del puro presente de este peregrinaje. Intento saborear cada paso, cada respiración, de contemplar hondamente cada imagen que se revela en mi camino. La variedad de paisajes y culturas que hallo en estos montes no deja de sorprenderme. He habitado en poblados newar, tamang, gurung y asentamientos tibetanos. Estos montes están llenos de vida que descubro poco a poco, surcando sus hermosos campos de arroz y mijo hábilmente esculpidos en las laderas, siguiendo el curso de sus poderosos ríos, atravesando auténticas junglas en las que me sumerjo en hipnóticas bandas sonoras de pura vida salvaje, cruzando pedregosos desiertos y ascendiendo montes y pasos nevados, desde los que veo de cerca las más altas cumbres que jamás conquistare.




Ahora mismo estoy en Ghandruk, un poblado al que he llegado atravesando un bosque de rododendros. Es una bellísima aldea de etnia Gurung. Aquí se vive como lo hacían hace 40 años en el Pirineo. En un breve paseo, he visto moler harina con un molino de pedal, separar el grano del forraje, ordeñar una búfala, segar un campo a dalla, recoger las gigantescas hojas de unos enormes arboles para alimentar al ganado y decorar las casas con preciosas guirnaldas de caléndulas frescas para preparar el Dipawali (la fiesta dela hermandad). Una decena de chavales cantan y bailan muy alegres mientras como en una plazuela. Me sorprende lo bien que entonan, el amplio repertorio con el que cuentan y su libertad de movimiento. Ninguno supera los diez años. Estos mocos son muy hábiles, necesitan bien poco para entretenerse. Al terminar el repertorio me cuelgan el tradicional collar de caléndulas y pasan el plato pidiendo una propina.

Me siento muy afortunado por todo lo que estoy disfrutando y aprendiendo de este largo camino. Por supuesto no todo es perfecto. Hay muchas cosas que pueden resultar desagradables o chirriantes. Los senderos están a menudo muy sucios, el plástico es una plaga muy difícil de combatir. Maldigo el momento en que apareció en escena, ya que lo considero absolutamente innecesario y perjudicial. Todos los productos procesados y envasados constituyen un detrimento en la calidad de la alimentación, un absurdo consumo energético y un residuo inorgánico difícil de tratar. También la carretera que están construyendo me rompe el corazón. A pesar de que soy consciente de que se ha convertido en una necesidad para los que pueblan estos lares, esta carretera acabará con la esencia de este lugar. El turismo, que da de comer a muchísima gente, a veces genera celos e intereses poco admirables entre los locales. Por otro lado, situaciones como pasar una diarrea en un día de lluvia torrencial tras un resbalón en un rio, puede resultar muy desagradable cuando uno no cuenta con un compi de viaje que te eche una mano en los momentos difíciles, pero, a pesar de todos los pesares, estoy en la gloria. Uno aprende poco a poco a plantarle al mal tiempo buena cara y a tratar de seguir observando el puro presente. Es increíble la capacidad transformadora que tiene la sonrisa.




Sucedió el primer día de ruta hace dos semanas. Estábamos jugando en el “ping” de la escuela, con mi amigo Sunil y los demás chavales de Bahundada, un poblado que jamás olvidaré, en lo alto de la colina de los brahmanes, a una jornada de Besi Sahar. Los “ping”, esos fascinantes columpios hechos con cuatro palos de bambú, se montan para que los críos jueguen durante el festival. En pleno festival de Dasain, el “ping” constituía la principal atracción para los chiquillos. Sunil, que es uno de esos chavales llenos de energía y vitalidad, se sube al ping muy ufano y dispuesto a demostrar sus habilidades. En un momento dado, hace una extraña pericia y la liana cede y se rompe. Inmediatamente después del susto, viene la carcajada. Afortunadamente no se ha hecho daño. Todos los niños comienzan a reír a carcajada limpia. Tras celebrar que Sunil ha salido ileso, observamos el estado del columpio. Uno de los extremos de la cuerda se ha roto bien arriba con lo que resulta imposible de reparar. Habría que hacerlo de nuevo y eso no esta en las normas. Pero los niños no dejan de reír en ningún momento. Me maravilla observar como todos aceptan de buen grado que el juguete se ha roto y que forma parte del pasado. Como el arrepentimiento o la culpabilidad no tienen caso, lo mejor, lo más inteligente, es sonreír y buscar nuevos modos de diversión que tardan muy poco en hallar usando de otro modo el averiado artefacto.

Al día siguiente, me sentía tan feliz que fui incapaz de reemprender la marcha que no había hecho más que comenzar. Cuando le dije a Sunil que me quedaba un día más se puso muy contento. Ese día me llevo a la “jungla de los Tigres” al templo de Durga e incluso hicimos una sesión de yoga con sus hermanas y una chica coreana.  Nos hicimos buenos amigos, Sunil estaba muy contento. Al día siguiente por la mañana, muy temprano, pensé que quizás se pondría triste al despedirnos. Lo único que hicieron él y sus hermanos fue sonreír.






Pokhara 16 de Noviembre de 2010

Anteayer llegué a Pokhara, tras un total 24 días de travesía. He completado el circuito de las Anapurnas y la ascensión al santuario o campo base. A excepción de dos días que fueron de puro descanso. He caminado una media de ocho horas a buen ritmo. También invertí tres días en hacer excursiones adicionales, por un lado necesarias para aclimatar, pero también por pura devoción. He encontrado infinitamente más interesante el circuito que rodea estas montañas, con toda su riqueza cultural, que la ruta que asciende al campo base, que no tiene mucha vida. Nunca había estado tan alto. El paso de “Turung La” se encuentra a 5.416mts. sobre el nivel del mar y en una de mis excursiones, ascendí un pico de los que rodea el lago helado cuya cumbre esta a 5001mts. Pero eso no es nada comparado con esos gigantes blancos que me dejaron pasmado y ante los que me postré con absoluta devoción.

Me resulta muy curioso observar las sensaciones que tengo al estar allí arriba cuando releo las notas de mi cuaderno: “Al llegar la cima del pico, siento una tremenda satisfacción, esas preciosas vistas, la recompensa por el esfuerzo, la sensación de libertad… Pero tras observar la inmensidad que me rodea durante unos instantes, el deseo de subir más arriba todavía, de conquistar las más altas cimas, enseguida sustituye la placentera sensación que me permitía disfrutar del presente. El deseo humano es insaciable.

La ruta ha sido toda una experiencia y he hecho buenas amistades en el camino. Park, un monje coreano que conocí en Bahundada, me ha enseñado muchas cosas acerca del budismo zen y creo que lo volveré a encontrar muy pronto. A Clara, una  guapísima Neoyorkina de ascendencia guineana muy interesada en budismo y yoga, la conocí en un ciber en Kathmandú y la volví a encontrar en la ruta junto con Francesc, otro buscador catalán muy majo que esta haciendo un largo viaje. También John, Fritz, Dirck, Eneko y Aurora y tantos y tantos amigos unidos por el camino y por la mesa en esas estupendas cenas tras duras jornadas de caminar y caminar.

Para los que no lo vieron:

http://www.youtube.com/watch?v=VvZCguJjckc


Aquí en Pokhara, esta mañana he alquilado una bicicleta y he visitado la parte antigua de la ciudad. Interesante, mucho movimiento. El Lakeside de Pokhara (centro turístico de la ciudad al borde del Lago Phewa) no tiene ningún interés excepto sus restaurantes para turistas donde uno puede disfrutar de exquisitas cenas después de tanto caminar. Al bordear el lago en bici en dirección norte, he encontrado preciosos lugares muy apacibles y  con extraordinarias vistas sobre el lago con sus barquitas de pescadores que faenan estas placidas aguas. Creo que este es un buen lugar para invertir unos días en la lectura, escritura, dando paseos en bici y descansando.


                                                              

Boudhanath 1 de diciembre de 2010

Después de más de diez días de literatura, largas prácticas de yoga y deliciosos paseos en bicicleta en Pokhara, regreso a Kathmandú. Tras una accidentada llegada a Thamel, con una noche de diarrea incluida, claro síntoma de que no me apetece nada quedarme allí, decido alojarme en Boudhanath.

A veinte minutos del centro en bici o en tempo, este asentamiento tibetano me resulta mucho más agradable que Thamel como centro de operaciones para las gestiones que tengo que hacer en la capital. El estruendo de los cuernos y tambores, a las cinco de la madrugada, procedente de los numerosos monasterios que aquí se concentran, es una delicia comparado con el caos circulatorio del centro de Kathmandú y el insulso y agobiante barrio de Thamel. Boudhanath es un lugar en el en el que la cultura tibetana se muestra muy accesible. Los monasterios tienen sus puertas abiertas al público y en muchos se ofrecen cursos y retiros a los que asisten muchos occidentales. Cada día, al alba y al atardecer, cientos de monjes y seglares dan vueltas y vueltas en torno a la gigantesca stupa (la mayor del país) bajo la omnipresente mirada del Buda.

Tras solicitar la visa para India en la embajada, alquilo una bicicleta de montaña y hago un recorrido de tres días por el Valle de Kathmandú. Pedaleando en este valle, a escasos kilómetros de la capital, me siento más aventurero que caminando en las anapurnas. Allá los caminos están repletos de senderistas occidentales, aquí tras tres días pedaleando no he encontrado ni un solo turista salvo en lugares muy concretos como las visitadísimas Bakhtapur y Dulhikel.

En la recóndita y apacible Namobudha convivo con monjes tibetanos en un tranquilo monasterio de reciente construcción. En este precioso rincón del valle, el atardecer tiñe el cielo de un intenso purpura que contrasta perfectamente con el verde oscuro del exuberante bosque que recorta el horizonte.  Al amanecer, todo lo cubre un inmenso mar de plata en el que el bosque desaparece por completo y el horizonte se pierde en la inmensidad.

En el monasterio, asisto a la puja matutina en la que los novicios recitan sutras durante horas y trato de meditar, pese que aquí, la meditación en silencio se practique raramente ya que la recitación es su forma de meditación principal. El resto del día lo invierten en las labores del monasterio, en el estudio de las escrituras y en la elaboración de las delicadísimas pinturas murales que decoran los muros de la sala principal.

De regreso, pedaleo por la parte meridional del Valle, en la que visito un sinfín de auténticos poblados “Newar” diseminados a lo largo del rio donde no encuentro ni un solo turista. Al llegar a Kathmandú por la puerta trasera, me quedo estupefacto en la increíble plaza de Patan. No hay palabras para describir todo el arte que ese lugar alberga. Harían falta unos cuantos museos de los grandes para exponer todo aquello.






Ayer, tras larguísimas colas en la embajada, conseguí la anhelada estampa en mi pasaporte que me da derecho a pasar un máximo de seis meses en India. Mañana, desde muy temprano, viajaré en autobús hacia Lumbini, lugar fronterizo que vio nacer a Siddhartha Gautama "El Budha"  donde espero llegar antes del anochecer. Allí tomaré mi cuarto curso de meditación vipassana, esta vez un “satipatthana suttam” de solo siete días.

Lumbini, 3 de Diciembre de 2010

Este lugar tiene escaso interés, El mega-complejo en torno al nacimiento del Buda, a medio construir bajo el planeamiento del arquitecto japonés Kenzo Tange, es una especie de parque temático bastante soso y artificial, con representación de las distintas tradiciones budistas del mundo. Creo que si el buda viese esto se echaría las manos a la cabeza. Aquí cada país o institución budista, ha plantado su monumento, templo, monasterio o stupa y los turistas, que vienen en visitas organizadas, recorren enormes distancias para ir de uno a otro. Solo hay dos centros en los que se enseña o practica meditación. El resto es puro escaparate.

En unas horas dará comienzo mi retiro de meditación. Este centro, a pesar de enseñar exactamente lo mismo, no tiene nada que ver con el de Barcelona. A medio construir, resulta mucho más austero, sin embargo, los dormitorios son individuales y además de la sala principal, cuenta con celdas individuales de meditación. Para mi sorpresa, soy el único occidental inscrito en el curso, todos son indios y nepalís. Hay un anciano que me llama mucho la atención, es indio y viene de Darjeelin. He intercambiado escasas palabras con él, pero lo suficiente para comprobar que habla ingles, lo cual facilita la comunicación. Habrá que esperar a que el curso acabe.

Lumbini 11 de Diciembre de 2010

El retiro ha ido bien, muy bien. Como siempre duro, muy duro. Pero el balance es muy positivo. Me siento enormemente feliz, o sea que la cosa funciona. A pesar de que hasta ayer, último día de curso, no mediamos palabra, ha sido la experiencia mas intensa que he compartido con locales en lo que llevo de viaje. Efectivamente aquel viejito ha resultado ser todo un personaje. Me ha dado buenos consejos y se ha mostrado amabilísimo durante los escasos momentos que hemos tenido ocasión de compartir. Creo que será difícil olvidar la sonrisa de este anciano.

Ayer,  mientras los estudiantes y servidores del centro estábamos sentados durante la meditación principal vespertina, alguien se coló en mi habitación, carente de puerta ya que el centro esta en obras y  me robó  la pequeña cámara fotográfica con la que viajaba. Sentí mucha rabia, más que por la cámara, que era un modelo muy sencillo, porque perdí las fotos del Valle de Kathmandú entre las que había autenticas joyas. Tendré que aprender la lección y a viajar sin cámara, al menos hasta que me haga con otra. Hablé con los trabajadores de las obras del centro, máximos sospechosos a mi entender, en busca de arrepentimiento, pero por supuesto no hubo respuesta. Pensé en  denunciarlo, pero solo de imaginar la odisea se me quitaron las ganas. La cosa no acaba aquí, junto con la cámara se llevaron el dinero que había reservado para llegar hasta Varanasi (unos quince euros). Por falta de suministro, ninguno de los dos cajeros que hay en Lumbini funciona. El secretario del centro partió esta mañana hacia la central de Katmandú con el dinero de las donaciones así que el encargado del centro no puede hacer nada. Nunca me había encontrado en esta situación, literalmente sin un duro. Mis compañeros y el encargado del centro han reaccionado enseguida, han hecho una colecta y han recaudado más de lo que yo había previsto. Mañana temprano emprenderé mi viaje hacia India. Estoy algo nervioso, pero tremendamente ilusionado.





Varanasi, 13 de Diciembre de 2010

Ayer viajé durante todo el día en autobuses, trenes y rickshaws hasta llegar aquí. Estoy en Varanasi (Benarés). Este lugar es increíble. Si he de usar términos más concretos para describir esta ciudad sagrada, en función del momento podría decir que Benarés es: espesa, todo un poema o lo que yo llamo cuerda locura. No basta con verlo, esto hay que escucharlo, olerlo y sentirlo con todo tu cuerpo, en todas sus dimensiones. Lo que uno siente al llegar a este lugar es absolutamente inenarrable, indescriptible. Por mucho que te hayan explicado, por mucho que hayas leído o visto en fotos, películas o documentales, esto hay que vivirlo. En este país conviven más de dos billones de personas. Varanasi es, posiblemente, uno de los lugares más densamente poblados del planeta. Pero no solo de humanos, un sinfín de vacas, perros, monos, cabras, aves y otros seres, conviven en esta ciudad sagrada abarrotada de vidas y muertes en la que ambas, laten con intensa presencia.

Esta mañana, muy temprano, antes de que saliese el sol, he subido a la azotea de la pensión en la que me alojo al borde del Ganges, para tener una primera impresión antes de bajar al rio a presenciar el amanecer de la ciudad. La imagen del rio plateado al alba me ha producido estupor. En tan solo unos instantes me he encontrado rodeado de monos por todas partes. Las azoteas de Varanasi están plagadas de estos curiosos seres. Nunca los había tenido tan cerca. He de reconocer que estaba algo nervioso. Porque, no es que no haya nada que temer. Estos animales son muy descarados y, al igual que los perros, pueden resultar agresivos y también transmiten la rabia, así que no hay  que confiarse demasiado. Pero, a pesar de que no cesaban de correr y saltar de una terraza a otra con admirable agilidad, no mostraban síntomas de agresividad. Así que me he quedado ahí, durante unos instantes, observando su movimiento y su actitud, por momentos, increíblemente humana.

Cuando he bajado al rio a presenciar la salida del sol, la orilla estaba ya rebosante de vida. Hombres y mujeres recitando mantras, saludando al sol, bañándose en el río, aseándose, afeitándose, cortándose el pelo, lavando ropa y de mas actividades relacionadas con el agua y la purificación. A pesar de que las aguas de este rio están tremendamente contaminadas, esta gente no deja de confiar en su poder sagrado y purificador. Creo que hay un plan del gobierno para tratar de depurar las aguas negras de este dios.

Poco a poco, conforme el sol se iba alzando en el azul pálido del firmamento, el gentío se ha ido dispersando y entonces, ha sido la muerte la que ha comenzado a surgir. A lo largo del día y sobre todo al atardecer, centenares de cuerpos son quemados en público el los “ghats” (escalinatas que bajan al rio) destinados a este fin. Este país esta lleno de creencias, algunas de ellas más que surrealistas. Existe la creencia de que todo aquel que muere en Benarés, queda liberado del ciclo de las vidas y muertes (sámsara). Esta creencia ha convertido la ciudad en el destino de enfermos y ancianos, que quieren pasar sus últimos días en la ciudad santa. A lo largo del Ganges se alinean numerosas residencias destinadas a albergar a los moribundos.

Al atardecer, desde la azotea de la “Shiva Guest House”, agradable y modesta pensión en la que me alojo, he presenciado uno de los más bellos espectáculos que he visto. En la azotea de enfrente, un adolescente alza una pequeña cometa haciéndola volar. Poco a poco le va dando cuerda y el pequeño artefacto asciende ganando más y más altura. El chaval no deja de aplicar agiles movimientos con increíble destreza, la cometa se alza hasta llegar muy muy lejos. Poco a poco van apareciendo más y más cometas en la escena. Al cabo de un rato el cielo esta plagado de estas
pequeñas y juguetonas artistas. En casi todas las azoteas, que son una infinidad, hay al menos un chaval volando su cometa. Permanezco boquiabierto contemplando el bellísimo poema. Este lugar no deja de sorprenderme. Benarés en si, es todo un poema.


Mysore, 21 Diciembre de 2010






Cuando me planteé este viaje decidí invertir la mitad del tiempo en viajar y, al menos la otra mitad, en vivir en un lugar donde poder concentrarme en el estudio y práctica de yoga. Después de darle muchas vueltas, me decidí por Mysore, una de las mecas del yoga en el sur del país, con un perfecto clima tropical para pasar los meses de invierno. Así que tras cruzar el país en un largo viaje de dos noches en tren, llegue a la ciudad de los maharajás. En los tres días que llevo aquí, he alquilado una modesta pero muy agradable habitación con camping-gas, nevera y banyo propio, he comprado una bici india que venderé cuando me valla, y he empezado mis clases de yoga con Bharath, un excelente joven profesor de hatha yoga, que si no es engullido por su propio negocio, lleva camino de convertirse en todo un maestro. De aquí surgieron algunos de los más importantes maestros de yoga-asana del último siglo como Krishnamacharya y sus discípulos, BKS Iyengar y K Pattabi Jois. La ciudad cuenta con una de las universidades más prestigiosas para el estudio de Sánscrito.

Se puede decir que esto es una especie de oasis para los guiris que venimos a aprender yoga ya que hay buenos profesores y es un lugar bastante fácil y tranquilo dentro de lo que cabe. Si todavía hay alguien que piensa que India es un remanso de paz y tranquilidad en le que todo el mundo practica yoga y vive en perfecta armonía, esta muy equivocado. Más bien al contrario, esto es una especie de locura colectiva ilimitada, dentro de la cual, si uno se zambulle tratando de observarla con mucha paciencia, puede llevarse la sorpresa de encontrarse con la lucidez más absoluta.

Este es, definitivamente, un pueblo de extremos con una cultura absolutamente extraordinaria al que la industrialización le sienta francamente mal, y el materialismo esta minando la esencia de la espiritualidad que, a pesar de estar presente en todos los rincones, desgraciadamente, casi siempre se queda en la pura forma de la fe ciega en la religión.  De todos modos, son muchas indias, muchísimas y yo no he visto nada. Este país es muy grande y diverso y la india de Varanasi no tiene absolutamente nada que ver con la mega-metrópoli que me encontré en Delhi, de camino hacia aquí, ni mucho menos con la que he hallado aquí al sur, en Mysore.

Después de tanto viaje y tanta aventura, la verdad, es que tengo muchas ganas de tratar de establecer una rutina dentro de esta especie de cuerda locura.






YOGA, YOGA, YOGA...
Mysore, Febrero  de 2010

Hace ya unos días, le comentaba a mi hermano por skipe, que me llama mucho la atención el hecho de que este país cause impresiones tan distintas a aquellos que lo visitamos. Son muchísimos los que regresan horrorizados después de una visita a India. Todo les resulta una tremenda desgracia.  Por otro lado, este mismo lugar, ha cautivado durante milenios  a incontables viajeros que un día descubrimos en esta cultura una inagotable fuente de sabiduría.

De acuerdo con que aquí hay mucha miseria y un sinnúmero de injusticias. El mundo entero esta lleno de miserias, desgracias e injusticias. Aquí esta mucho mas patente la pobreza material y la diferencia de clases sociales que en otros lugares. A lo largo del día te has podido hallar frente a cientos de mendigos que te han pedido limosna. Esta situación, a veces puede llegar a resultar muy agobiante. De estos, al que no le falta algún miembro, es paralitico, ciego, sordo, leproso o simplemente paupérrimo. Si uno analiza este dato, sin más, pensará ¡Que horror! ¡Cuanta miseria! Pero a veces uno levanta la mirada, y al dirigirla a los ojos del mendigo observa que, no todos, pero algunos de ellos te dedican una preciosa sonrisa acompañada de ese modo tan particular de ladear la cabeza como diciendo: “venga hombre, suéltame unas rupias que para ti no es nada y a mi me ayudas mucho”. Ante tal evidencia resulta imposible negarse. Yo trato de llevar siempre suelto en mis bolsillos. He llegado a hallar tanto amor al recibir esa sonrisa de agradecimiento, que alguna vez me he encontrado caminando por la calle deseando que alguien se acercase a pedirme unas rupias.

En otros lugares del planeta, resulta más lógico medir la miseria con otros baremos; depresión, alcoholismo, delincuencia, drogodependencia, etc. El índice de suicidios es un baremo muy significativo. Existen países en los que el índice de parados es bajísimo y la pobreza material prácticamente inexistente y, sin embargo, tienen los índices de suicidios más altos del mundo. No existe mayor desgracia que la de aquel que un día decide acabar con su vida. Todos conocemos algún caso más o menos cercano. A alguno de nosotros incluso, en el momento más bajo de nuestras vidas, ese pensamiento ha llegado a surcar nuestras mentes. Los límites de ese pensamiento se encuentran en el respeto y el amor hacia las personas queridas. No existe nadie más desgraciado que aquel que, en un momento dado, su desdicha es tal que decide trascender esos límites.

Una amiga me comentaba el otro día que, lo que a uno le acontece cuando viaja, puede verse como un reflejo de su estado emocional. Este es quizás otro argumento razonable que responde a mi cuestión inicial. En estos momentos de mi vida me considero francamente afortunado, más feliz que nunca. Supongo que esto influye de un modo sustancial en lo que estoy viviendo en este viaje.
¿Cuál es el origen de la desdicha y cual el de felicidad? ¿Cómo pasa uno de sentirse tan desgraciado a sentirse tan afortunado? ¿Qué es el yoga y que papel juega en todo esto?

La felicidad es como un jardín. Para obtener un edén sano y hermoso es necesario quitar las malas hierbas, remover la tierra, seleccionar las simientes, plantarlas con sumo cuidado, regar, abonar, podar, etc.  Es fundamental mantenerlo y alimentarlo constantemente y, sobre todo, hacerlo con Amor, con mucho Amor. De este modo el jardín puede convertirse en un paraíso pero, si se abandona, si uno deja de cuidar su jardín, este puede convertirse en un autentico infierno. Cada cual es responsable del estado de su propio jardín. Uno puede regalar simientes a otro y se pueden intercambiar técnicas de cuidado o trucos, incluso es posible echar una mano, en un momento dado, en el jardín de otro. Pero nadie puede responsabilizarse de  jardín ajeno. Por mucho que nos empeñemos en buscar causas externas, tanto la felicidad como la desdicha, son responsabilidad única y exclusiva de cada cual. Hay quien nace con un jardín de lujo y muere en un autentico barrizal. Hay quien nace con un desierto y muere en un precioso vergel.

El yoga es un compendio de técnicas y herramientas para el cuidado de ese jardín. En Sánscrito, esta palabra tan de moda, significa unión o integración. Pero ¿Qué unión? La integración de todos los elementos que conforman nuestro ser. Dicho de otro modo, el desarrollo de la conciencia, el auto conocimiento o la autorrealización. Esto es lo que le lleva a uno a la famosa paz interior.

El alejamiento produce ansiedad y caos. El acercamiento produce serenidad, paz, libertad y, en definitiva, felicidad. Durante milenios, todos los sabios a lo largo de la historia han repetido una y otra vez lo mismo. ¡Conócete a ti mismo! La paz, la conciencia absoluta, Dios o como cada cual lo quiera llamar o entender esta en tu interior.

Es yoga, todo medio que conduce a ese fin. Jesucristo fue un gran yogui. El Buda, Moisés, Mahoma y tantos otros también lo fueron. Hay muchas formas de yoga, cada cual ha de encontrar la suya y hacer su propio trabajo. Esto requiere de una búsqueda, para hacerlo no es necesario pertenecer a ninguna religión o secta. Se puede optar por eso, pero eso puede resultar incluso más difícil, ya que es fácil caer en la fe ciega, en realizar rituales sin comprenderlos, en creer que solo adorando a muestro dios este va a hacer el trabajo por nosotros  y así, resulta imposible avanzar en ese proceso de acercamiento.

Una alimentación sana y libre de toxinas, un ejercicio físico adecuado, aprender a respirar y a relajarse y la meditación y sus aplicaciones son formas de yoga que si se practican adecuadamente y con correcto discernimiento, producen acercamiento y equilibrio. Nunca es demasiado pronto ni demasiado tarde para empezar a practicar.

Cuando uno practica yoga-asana (posturas de yoga), uno observa y practica con su cuerpo colocándolo en todas las posiciones posibles, trabajándolo en todas las direcciones. Pero, lo más importante, es hacerlo con plena conciencia, tratar de hacerlo lo mejor posible, con mucha humildad y sin ansiar resultados, aceptando el cuerpo tal y como es, con todas sus limitaciones. Esto ayuda a desarrollar la conciencia y a mantener el cuerpo saludable. Pero si uno se obsesiona con tener un cuerpo 10  o comienza a practicar  de modo mecánico, olvidándose de tomar conciencia del trabajo en cada respiración, ya no es yoga.

Asimismo, cualquier acción que hagamos con plena conciencia, tratando de dar lo mejor de nosotros y desapegándonos del resultado final, es yoga. Cuando uno trabaja en algo en lo que cree y lo hace con absoluta humildad y puro convencimiento de que esta dando lo mejor que puede dar, esta practicando yoga, esta en paz consigo mismo. Lo mismo es aplicable al modo de cuidar de nuestros hijos, padres, amigos, entorno, etc…

Se trabajan así, distintos aspectos de nuestro ser. Al principio, el yoga, es algo que uno practica unas horas a la semana, después son unas horas al día y finalmente se convierte en un modo de vida. Pelar una patata, hacer la tortilla completa, comérsela, pueden convertirse en prácticas de yoga si se hacen con plena conciencia.






Es posible que me este enrrollando demasiado con esto. Quizás, lo más apropiado, seria contaros un día en Mysore y dejarme de tanto yoga. Voy a tratar de hacerlo, pero será imposible separarlo de la práctica de  yoga.

Trato de madrugar, me encanta despertarme con el canto del almuecín de una mezquita cercana, ese hombre tiene una voz muy clara y serena. Siempre hago el mismo ritual, medio litro de agua, como algo de fruta y me acuclillo. La fruta aquí es extraordinararia. Todavía no es tiempo de mangos, pero la papaya y la piña están en su punto y los plátanos son exquisitos. Suelo hacerme una ensalada a la que le añado un poco de “curd”, un yogur bastante líquido que también resulta excelente.

Con las necesidades primarias cubiertas, me siento a mi meditación matutina.
¿En que piensas cuando meditas? Esta es una pregunta muy frecuente. Meditar es, precisamente, el fenómeno que se produce cuando uno mantiene la mente libre de pensamientos. Todo lo que pensamos pertenece al pasado o al futuro. Meditar es tomar consciencia del presente. Pero sentarse así, de sopetón,  a observar el presente y no pensar en nada es prácticamente imposible. Trato de concentrarme pues, en un objeto que mantenga mi atención enfocada en tiempo presente. Lo más sencillo y universal, es observar la respiración.

Observo el paso del aire por las fosas nasales o me concentro en el movimiento del vientre y trato de mantener la atención sobre  si el aire esta entrando  o saliendo. Sin modificar nada, aceptando cualquier anomalía. Trato de mantener la postura firme pero relajada, manteniendo la espalda erguida y tratando de eliminar toda tensión innecesaria.  En el momento en que percibo que hay algo, que no esta bien en mi postura, trato de corregirlo y vuelvo a observar la respiración. En cuanto me doy cuenta de que, de modo inconsciente, mi mente ha sido invadida por pensamientos (esto al principio es casi todo el tiempo), tomo consciencia de ello y vuelvo al concentrarme en la respiración. Es fundamental tratar de no reaccionar ante ningún deseo (mover la pierna que se me duerme, rascarme allá donde me pica, quitarme ropa porque siento calor...). Si me duele algo lo observo y trato de mantenerme concentrado en mi objeto (respiración), si tengo calor y empiezo a sudar, también lo observo.

Desarrollar ecuanimidad es la clave del éxito en el trabajo. Si reaccionamos ante cualquier deseo o estímulo, los alimentamos y nos convertimos en esclavos de estos. Así resulta imposible hallar el equilibrio. Más reaccionamos más ansiamos y mas desgraciados somos. No somos capaces de dejar de desear de manera voluntaria, pero si, de dejar de reaccionar. Al hacerlo, al restar ecuánimes frente al deseo, este pierde fuerza y finalmente se desvanece. La meditación es un modo extraordinario de entrenar la mente y desarrollar ecuanimidad.

La meditación suele acabar con la cantarela de los primeros vendedores ambulantes. Esto es algo muy curioso. Aquí hay venta y servicio ambulante de casi todo lo que uno pueda imaginar. Incluso de lo que jamás hubiera imaginado, como el servicio ambulante de plancha, que consiste en una mesa sobre ruedas y una plancha de carbón. ¿Os acordáis del afilador? Pues es lo mismo, el paisano ofrece su servicio con la cantarela y la gente le lleva las camisas y de mas para que se las planche. Los primeros vendedores son los de flores. Lo primero que hacen la mayoría de los hindús, al punto de la mañana, es presentar sus ofrendas a los dioses en los pequeños altares que todos tienen en sus casas. Las cadenetas de flores, de venta en todas partes, constituyen un bien de primerísima necesidad.

Al salir de casa las mujeres están limpiando la calle para ofrecer su mandala al altísimo. Me parece un bellísimo modo de comenzar el día. Después de barrer y echar unos barreños de agua en el trozo de calle que les corresponde, con sumo cuidado y plena conciencia, cada una delante de su puerta, se dispone a dibujar el mandala del día con una especie de yeso sobre el asfalto mojado. Esta es una forma de yoga llena de simbolismo. En esencia, las bellas figuras geométricas constituyen una ofrenda, pero el modo de hacerla es fundamental. Se hace con polvo porque es efímera como todo en esta vida. Hacen una figura distinta cada día pero, a su vez, también es cambiante a cada instante pues se va borrando y transformando. Estas figuras no son difíciles de ejecutar, la cosa tiene su método, pero requiere de suma concentración. La intención al hacerlas, el ofrecimiento, ha de ser puro, sin esperar nada a cambio. Algunas, terminan su mandala coloreándolo con pétalos de flores. Es muy bonito encontrarse la calle cada día con nuevos mandalas en la calle.

Al final de la calle varias vacas son ordeñadas por sus dueños que venden la leche en el puesto de venta en el que siempre hay una larga cola a esta hora.

El resto del dia lo paso de clase en clase: Hatha yoga en la escuela de Barath y filosofía (bhagabad guita, kirtan y yoga sutras) con James Boag, todo un maestro de origen ingles que es encantador y con el que he hecho muy buena amistad, anatomía con un profesor australiano... De vuelta a casa, me ducho, me hago la cena y me siento a la meditación de la tarde. Trato de meditar antes de amanecer y antes de anochecer. Ceno muy a gusto y me siento a estudiar un rato. Aprovecho para revisar el correo y, a veces, para charlar un ratico por skipe con la familia.


jueves, 23 de diciembre de 2010

Hacia las anapurnas


     “La gata en la nevera” hace referencia al formidable libro de Peter Matthiessen “El Leopardo de las Nieves”. A Tochka, una preciosa gata balinesa que adoptamos cuando vivía con Eugenia en Kazakstán, le encantaba meterse en la nevera. Esto es lo más parecido que he visto al Leopardo de las Nieves que Matthiessen describe en su extraordinario relato de una expedición, en los años setenta, a la remota tierra de Dolpo al noroeste de Nepal. El objetivo de la expedición era el estudio del bharal o cordero azul himalayo, y la esperanza, ver al más hermoso y raro de los grandes felinos, el mítico leopardo de las nieves. Para Matthiessen, adentrarse en la tierra de Dolpo, enclave de cultura tibetana en estado puro, significará mucho más que una expedición naturalista; despojarse de las comodidades y ataduras de la civilización, convivir con hombres y paisajes en su más elemental belleza y penetrar en si mismo por las vías del budismo. Más allá del puro relato científico, el texto nos acerca a esta rica cultura y el autor observa y reflexiona, en tiempo presente, en torno a su propia experiencia a la hora de recorrer el camino.


“Un hombre sale de viaje y es otro quien regresa” 
Peter Matthiessen  
El Leopardo de las Nieves









BARCELONA – KATHMANDU


     13 Oct. 2010
     Por fin llega el momento. Tengo la misma sensación de euforia que tenia cuando, con diez y siete años, me fui por vez primera de viaje en tren a recorrer Europa. Es exactamente la misma que he sentido en todos los viajes que he emprendido. Me resulta muy curioso observar esta sensación. El sistema nervioso se altera mucho conforme se acerca el momento de emprender el viaje.

     Lo mas importante para disfrutar de un buen viaje es iniciarlo lo más ligero posible. El hecho de querer dejarlo todo listo, para marchar con los deberes hechos, genera un sinfín de listas que nunca termina uno de tachar. A medida que me desprendo de estas listas voy sintiéndome más y más ligero. Los nervios y la ansiedad van desintegrándose paulatinamente. Se revela una creciente sensación de euforia muy importante producto del vacio generado al deshacerme de los quehaceres cotidianos y de la ilusión por lo que me ampara en el viaje. Esta euforia viene acompañada de una pizca de melancolía por aquello realmente importante que va quedando atrás. Mi sobrino Manu, que cumplirá siete años en reyes, lloró anoche al acostarse. Era consciente de que me iba a un largo viaje, de que no nos veremos en lo que para el significa muchísimo tiempo, de que este año no estaré para esquiar juntos en Navidad, en los momentos mas emocionantes del año.

El avión con destino a Londres realiza una curiosa maniobra y se dirige hacia la pista. Siempre me llama la atención esa larguísima cola de pájaros de hierro que se aproximan lentamente en fila india hacia la pista de despegue. Cuando lo observo, siento mi parte de culpa frente a la tremenda contaminación producida por los aviones en los tiempos que vivimos. Este es uno de los motivos por los que me gusta más viajar por tierra o por mar, el otro, es el ritmo mucho mas pausado de esos medios que, cuanto más lentos, hacen del viajar una actividad más humana; mucho mas interesante a mi parecer. Siempre he soñado con hacer una de esas vueltas al mundo a lo Willie Fog. Una vuelta al mundo minimizando, en la medida de lo posible, el uso de los medios de locomoción de tracción mecánica; pedaleando, a bordo de un velero, a caballo, en canoa o en parapente y, por supuesto, caminando. El aparato se sitúa en la línea, listo para iniciar el despegue. Los motores del Air Bus A-320 rugen. El cacharro se precipita a lo largo de la pista y… Una vez más esa sensación de ingravidez tan agradable. He de reconocer que también me gusta viajar en avión y que por supuesto tiene sus ventajas. El aparato se balancea primero a la derecha, ofreciéndonos una ultima mirada sobre el Mediterráneo, y luego a la izquierda, mostrándonos La Ciudad Condal. Ciao Barcelona!
     Las ultimas llamadas desde el Aeropuerto del Prat: mi tío Paco, viajero con mucha solera, que supo hacer de la afición profesión. Gran conocedor de India y Nepal entre muchísimos otros lugares que ha recorrido a lo largo y ancho del globo. La pregunta que uno se hace es ¿dónde no ha estado el tío Paco?  La respuesta es; en Kazakstán. Aprovecho para despedirme y escuchar sus últimos sabios consejos y sugerencias. Mi hermana Susana, alma gemela y cómplice de mi vida, me llama para darme los últimos achuchones telefónicos. Llamo a mis queridísimos padres, a quienes dedico este viaje, que considero el más importante de los que he hecho hasta la fecha. Por mucho que me esfuerce, jamás seré capaz de hacer, ni una millonésima parte de lo que ellos han hecho y siguen haciendo por mí. Inagotables viajeros y veteranos montañeros, son los mayores culpables de mi pasión por la montaña y por descubrir otras culturas. Anoche, vía “skipe”, mi hermano Santiago me comentaba desde Ginebra que el fenómeno del “couch surfing” (red de viajeros que compartimos “sofá”) es lo mismo que hacían mis padres gracias al esperanto (lengua auxiliar internacional) con otros esperantistas del distintos lugares del planeta. Recuerdo con ilusión, cuando venían (y siguen viniendo) a casa otros esperantistas desde distintos lugares del globo unidos por esa curiosa lengua inventada y, por supuesto, por algo mucho más vital: El deseo de descubrir y conocer otras culturas y sus gentes. Los medios han cambiado en la forma pero, la esencia y la necesidad de viajar es exactamente la misma. Somos curiosos por naturaleza.

     En estos momentos sobrevolamos los Pirineos ¡tristes montes!*. Me vienen a la memoria Vio y sus escasos habitantes, Chin Chin, Sergio, Eli, Jesús, Javier… Tambien Severino Pallaruelo* y, por supuesto, pienso una vez más en Yeba. Ese buen perro pastor que adopté escasos días antes de dejar el pueblo. A veces cometemos autenticas locuras de un modo absolutamente consciente. Cuando hallé aquel animal, escuálido, llorando y absolutamente desesperado en los montes de Yeba, no hacía más que repetirme a mi mismo; no Dani, no puedes hacerlo, te vas de viaje… Sin embargo, cuanto más me lo repetía, más convencido estaba de que acabaría adoptándolo. Creo profundamente que Yeba ha llegado a Vio por algún motivo en particular. Soy de los que piensan que todo en esta vida tiene un motivo, que nada sucede por casualidad. A mi lado, dos japonesas muy graciosas, una de ellas con unos fantásticos zuecos de “Hello Kitty”, duermen como marmotas. Sobrevolamos la costa sur de Inglaterra. En unos minutos aterrizaremos en Londres. ¡Tan rápido!

     He de reconocer que me fascina la “multinacionalidad” que hoy día se encuentra al viajar en este medio. En el transfer en Heathrow, conozco a una mejicana que vive en Múnich, cuyo novio alemán trabaja en Katmandú. Va a visitarlo y a pasar sus vacaciones haciendo senderismo en El Himalaya. En el avión a Delhi, a mi derecha, dos señoras indias de avanzada edad que residen en Londres, van a visitar a sus familiares por Dasain. A mi izquierda, una autentica hippie neozelandesa, de unos 65, que vive en Londres me pregunta de dónde soy. Cuando le contesto me dice: ¡Waw! ¡En los 60 las Baleares eran un paraíso! Melanie, viaja al noroeste de India. Lleva más de veinte años haciéndolo para practicar meditación con su gurú en Dharamsala. Cuando el avión despega, cruzo mis piernas y me dispongo a meditar. Entonces Melanie exclama: ¡Nice idea! Hace un nudo con sus piernas adoptando un perfecto loto y meditamos.





KATHMANDU


     14. Oct. 2010

     A las 3:30 PM hora local, aterrizamos en el aeropuerto de Katmandú. Lo primero que siento al bajar del avión es ese olor dulzón producto de la contaminación, me produce incluso un ligero lloriqueo que cesa enseguida, en cuanto me acostumbro. Rellenando los papeles para el visado, conozco a Willie, suma y sigue en la lista de multinacionales, este peruano  casado con una alemana y con dos hijas, vive en Frankfurt y tiene una empresa de “kayak” y “rafting” en Cusco (Perú). Willie lo tiene muy claro; viene a Nepal a bajar sus famosos ríos, si es posible sin pagar, llevando balsas de turistas.

     Estoy algo nervioso y excitado, incluso un poco aturdido por el viaje. Con el timbre en el pasaporte, valido para tres meses, tras comprar rupias nepaleses en una ventanilla de cambio, salimos del aeropuerto y tomamos un taxi a medias a Thamel (el barrio de turisteo y hoteles baratos). Me encuentro con una ciudad muy caótica y con altos índices de contaminación atmosférica y acústica. Pequenyos taxis, incontables motos y bicicletas que transportan familias enteras, rickshaws, tempos y microbuses en los que no cabe un alfiler. No sólo personas, todo tipo de animales; perros, vacas, cabras, gallinas, patos, gatos, cerdos… circulan a su libre albedrio y se entremezclan con los vehículos sin ningún tipo de concierto. El, aparentemente inexistente sistema de recogida de basuras no es un problema para los residuos orgánicos, que son consumidos por la abundante fauna. El problema radica el plástico que se acumula formando montones a los lados de las calzadas. Un comerciante echa un poco de paja a uno de estos montones de dimensión considerable y le prende fuego. El plástico, al arder, desprende ese desagradable olor pestilente tan característico y contaminante. La pésima calidad del refinado de los combustibles se hace notar y el hecho de que la ciudad se encuentre en el fondo de un valle en el que el aire circula con dificultad, contribuye a la acumulación de esa densa nebulosa que llamamos polución. La mascarilla es una prenda más de la vestimenta de la mayoría que no tardare en adoptar.

     Ya en Thamel, entramos en un locutorio. Los dos queremos consultar nuestro mail. No sabemos  donde nos vamos a alojar. Yo he hecho un par de contactos mediante “couch sufing”, los dos han aceptado mi solicitud, pero todavía no tengo ninguna dirección ni teléfono. Al conectarme, veo que Arjun, el primero de los candidatos, esta conectado. Rápidamente le escribo un mensaje diciéndole donde estoy y pidiéndole su teléfono pero no obtengo respuesta. Llamo a mis padres para decirles que he llegado bien lo cual agradecen. Mila, mi otro contacto en “couch”. Me responde diciéndome que ella esta en el pueblo de sus padres celebrando las fiestas de Dasain (las mas celebradas en Nepal) pero me da el teléfono de su hermano que esta en Katmandú y, “casualmente” es guía de montaña. Llamo al hermano de Mila y me dice que el no me puede alojar, que su casa esta completa, pero me da el contacto de Vishnu, colega suyo que si tiene disponibilidad. Le llamo, me dice que esperemos en el locutorio, que viene en diez minutos. En el momento de colgar, aparece Arjun. Lo reconozco por las fotos de CS. Me quedo estupefacto, no se que decirle. Me pide disculpas, me dice que se había equivocado de fecha, que pensaba que llegaba mañana, que ha visto mi mensaje y ha venido enseguida, pero que sintiéndolo mucho, hoy le resulta imposible alojarme. Arjun es un chico ario de mi edad y estatura, de pelo gris cobrizo peinado a lo John Travolta y ojos de un intenso azul grisáceo. En el observo alguien honesto y sincero, pero muy ocupado. Es comprensible, en su perfil explica que es guía de senderismo y estamos en temporada alta. Le digo que no se preocupe, que ya he contactado con otro “couch” que esta de camino. Arjun me da su tarjeta e insiste en que nos veamos otro día. Acepto la invitación y nos despedimos.

     Cuando me acerco al mostrador del locutorio para pagar el internet y las llamadas echo en falta el pequeño tarjetero de plástico donde llevo parte de mi documentación: mi DNI, carnet de conducir, tarjeta de federado de montaña y una de mis tarjetas de crédito. De golpe siento como todo mi sistema nervioso se altera. El corazón me late intensamente y siento cómo un flujo de sensaciones sutiles recorre todo mi cuerpo. Busco en todos los lugares posibles. Son pocos, ya que todavía no he manipulado mi mochila y la bolsa de mano es muy pequeña. Inmediatamente después de comprobar que, ciertamente, he perdido el tarjetero, lo visualizo en el mostrador de cambio del aeropuerto. Solicito otra conferencia y cancelo la tarjeta de crédito extraviada.

     Pago mi cuenta al amable dependiente del locutorio y aparece Vishnu. Es un chico de etnia guiri, de treinta y tantos, con los ojos muy ensangrentados. Nos presentamos y le presento a Willie. Le expongo mi situación y le digo que he de tomar un taxi de inmediato al aeropuerto para ir a buscar mi tarjetero. El propone que tomemos un taxi para dejar las mochilas en su casa que esta de camino y que yo continúe en el mismo al aeropuerto. En el taxi nos explica que esta noche hay una fiesta a la que estamos invitados. Aceptamos la propuesta, vamos a su casa y quedamos mas tarde en el Hotel Vijara. Anoto las direcciones y me voy directo al aeropuerto.

     Entro por la puerta de llegadas, explico mi situación en el exiguo control de policía, me registran y voy directo al puesto de cambio de moneda en el que estoy seguro de haber olvidado mi tarjetero. El chico del puesto de cambio da un bote nada mas verme. Inmediatamente me explica que ha salido en mi búsqueda en cuanto ha visto lo que había olvidado, pero que no me ha encontrado. En efecto difícil, ya que Willie y yo salimos disparados, nos confundimos  entre la multitud y tomamos el taxi enseguda. Muy amable, me acompaña al control de policía en el que me acabo de registrar explicandome que lo ha depositado allí. Los cinco funcionarios apostados en el raido escritorio del control comienzan a buscar el extraviado objeto por todas partes. Sobre el escritorio, entre las páginas papel biblia listadas a mano del libro de registro en el que minutos antes he escrito mis datos. Del espacio que tiempo atrás alojaba los cajones del escritorio, comienzan a sacar ropas, una riñonera, periódicos arrugados, pero ni rastro del pequeño tarjetero. Todos comienzan a ponerse algo nerviosos, el dependiente del puesto de cambio exclama y exclama desesperadamente. A pesar de no entender ni una palabra de nepalés, creo comprender exactamente lo que sucede. Posiblemente un policía “corrupto” se ha llevado el tarjetero.

     El policía que parece el responsable, pide un poco de calma, yo la mantengo en todo momento. La tarjeta esta cancelada. Sólo son documentos que únicamente pueden suponer engorrosas gestiones burocráticas y largas colas. No se porqué, pero confío plenamente en que voy a recuperarlo. Mi padre siempre me dice que tengo una flor en el culo y creo que, a pesar de que no debo confiar en esta, mi querido padre lleva mucha razón en esto. El responsable se dispone a hacer una llamada de móvil, me pide que me tome asiento en el lugar que ocupaba uno de los policías que se ha levantado, y habla con un par de personas a través del celular y. En su escaso inglés, me dice que no me preocupe, que lo ha localizado, que es cuestión media hora.
Estoy dispuesto a pasar la noche allí. No tengo nada que perder, no hay motivo para sentirme apresurado. Aprovecho para charlar con los policías con los que me entiendo, medianamente bien, en un inglés nada ortodoxo. Al cabo de media hora aparece una chica joven vestida de paisano que entiendo que es una de las policías que estaba en el turno anterior. Abre su bolso y saca el tarjetero, no falta nada. La chica esta muy avergonzada. Su superior le pide explicaciones. No entiendo lo que dicen pero creo que la chica debería de haber dejado el tarjetero en el control y no habérselo llevado consigo al finalizar su turno. Estoy tranquilo. Creo haber anulado tarjeta de crédito a tiempo y tengo toda mi documentación. Doy gracias a la chica, a los policías del control y al chico del puesto de cambio.

     Salgo del aeropuerto, se ha hecho de noche, la oscuridad es absoluta. Tomo un taxi, fijo el precio y me dirijo al Hotel Vijara. El pequeño Suzuki se precipita, demasiado veloz a mi entender, por las accidentadas calles de la ciudad. Un eterno negro inunda el horizonte. Entre la mugre del parabrisas, la ínfima intensidad de los faros y que estamos sumidos en uno de los apagones que, por lo visto, son mucho más que frecuentes, no veo absolutamente nada a más de dos o tres metros de distancia. A golpe de claxon, esta es la manera de conducir aquí. Cuento hasta cincuenta bocinazos por minuto. El claxon se usa para apartar de en medio a cualquier ser, independientemente de su naturaleza,  que se interponga en el camino. En la guía he leído que este es un lugar con un altísimo índice de accidentes de tráfico. No me extraña lo mas mínimo. Lo mejor es respirar hondo, relajarse y pensar que todo va a ir bien.

     El Vijara se encuentra en un lugar apartado del tumulto. En su interior, un precioso patio muy cuidado y florido, una agradable biblioteca con libros de budismo y del Tíbet y un bonito restaurante con una pita estupenda. Pregunto por la fiesta, nadie sabe nada. Solicito una llamada y llamo a Vishnu, no contesta. Estoy hambriento. No he comido nada desde el último avión y eso hace mucho. Me siento en el restaurante. El menú esta repleto de sugerentes propuestas a precios más que asequibles. Me decido por una sopa de tomate y unos momos, raviolis grandes de pasta fresca rellenos de verduras  y cocinados al vapor. Los primeros momos, dedicados a mi hermana Susana, tal y como le prometí. Saboreo el exquisito bocado y termino con una deliciosa tarta de manzana y un te massala (mezcla de especias). Leo unos minutos la guía para reposar la comida.

     Me dirijo al mostrador del hotel y solicito otra llamada local. Esta vez consigo hablar con Vishnu. Me explica que la fiesta no es exactamente en el hotel, sino en la azotea de un edificio cercano. Me indica como ir hasta allí, pago las cuenta y me dirijo hacia el lugar de la supuesta fiesta. Lo cierto es que no tengo ni una pizca de ganas de fiesta. Después de recuperar el tarjetero solo pienso en mi mochila pero, de todos modos, ¡que más da! Decido optar por relajarme y  disfrutar del presente.

     En la azotea de un tosco edificio de hormigón de siete plantas una trentena de guiris y una docena de propios fuman “ganja” (marihuana local muy aromática) y beben licor de arroz y cerveza. Dos chavales tratan de entonar un reggae bastante primitivo con una guitarra y un bajo eléctrico. Willie, el peruano, esta completamente integrado en la fiesta. Conozco a los contertulios. Rama, el hermano de Mila, es el primero en presentarse. Media docena de franceses bastante jóvenes y muy majetes que viajan desde hace meses por el sudeste asiático y llevan un mes en Nepal. Una pareja de holandeses, un ruso, canadienses, eslovacos, polacos y el anfitrión, un sueco muy salao que vive aquí desde hace meses y trabaja en una ONG. Este chico me recuerda a mi cuando vivía en Kazakstán.

     Algunos de los presentes planean ir a Langtang, en un grupo organizado junto con Rama, Vishnu y otros locales que se divierten en la fiesta. El organizador del trekking es “casualmente” Rama, que me pregunta enseguida por mis intereses en Nepal. Le explico que planeo hacer un largo trekking en las anapurnas, a pesar de que mi verdadera ilusión seria ir a Dolpo. Me responde que si es así, que no cuente con el (no pensaba hacerlo). Me expone que las anapurnas están plagadas de occidentales y que no es una buena opción para descubrir el autentico Nepal. En cuanto a Dolpo, explica que es muy complicado, que el alojamiento es inexistente y que para la parte alta, que es la interesante, los permisos son muy caros. Le explico que soy consciente de ello y que por eso mi plan es ir al Anapurna. A continuación comienza a venderme las ventajas y cualidades de Lantang y me anima a que me una al grupo añadiendo que no me voy a arrepentir.

     Me intriga un chico ruso algo más joven que yo, que parece muy astuto y entendido. Le saludo en ruso, nos presentamos, me cuenta que ha recorrido las anapurnas, el Everest, la zona del Kanchenjunga y el parque de Langtang. Explica que es cierto que en las anapurnas hay mucho turista, pero que no hay menos en Lantang o en el campo base del Everest. Añade que, sin embargo, el área del Kanchenjunga, en el extremo nororiental del país, es mucho mas remota y apenas se encuentran turistas. Pero que allí no hay infraestructura, has de ir en expedición o ser absolutamente autosuficiente (tienda, comida, etc.).  Me aclara que el circuito de la anapurnas es precioso y que si cuento con el tiempo suficiente es una excelente opción que merece mucho la pena a pesar del turisteo y de la carretera que están construyendo en la parte occidental del recorrido.

     Al exponerle mi interés por Dolpo, me dice que esta planeando viajar allí próximamente con su reciente compañera. Me intereso por sus planes. No lo tiene demasiado claro y tampoco se muestra interesado en compartir su aventura. De todos modos, tampoco a mi me apetece ligarme a alguien que apenas conozco y que tampoco me inspira demasiado para compartir una aventura tan larga e intensa.
Estoy agotado, solo querría irme a descansar, pero no me queda más remedio que esperar a que la fiesta llegue a su fin. Hacia las dos de la madrugada parece que la cosa se agota y cae por su propio peso.
Vishnu, su novia Belga, un chico parisino, Willie y yo nos ponemos en marcha. En el camino, enseguida encontramos un taxi disponible. Vishnu, bastante borracho, pacta el precio y nos embutimos los cinco en el diminuto Suzuki. La novia de Vishnu, que es muy alta y estirada, se sienta delante. Yo me encasqueto como puedo encima del chico parisino y Vishnu y Willie que es enorme, se incrustan como pueden, así que viajamos cuatro en el escaso asiento trasero. Esto, por lo visto, es aquí muy normal. El hecho de que el Suzuki 800 valla más que sobrecargado tampoco impide que el vehículo se lance, en la más absoluta oscuridad, como una bala por las accidentadas calles de la ciudad a estas horas prácticamente desiertas. Nos lo tomamos con mucha filosofía y no paramos de reír durante todo el trayecto.

     Cuando llegamos a la casa son más de las tres. Vishnu me pide dinero para el taxi. Le doy lo que me pide. Willie entonces, en castellano y con mucha discreción, me expone que a él le ha hecho pagar un montón de bebida y comida para la fiesta, el taxi de ida y algo para ganja. Me dice que lo ha hecho gustosamente, que los precios  son asequibles pero que, entre todo, el alojamiento no va a salir tan barato como pensábamos. La casa es modesta y esta medianamente limpia. Consta de cocina, aseo y dos dormitorios amplios y enmoquetados. Vishnu nos facilita un delgado fotón a cada uno que rápidamente distribuimos en la habitación. Explica que ha de marchar por la mañana temprano y que nos vemos por la noche. Yo le hago entrega de una pequeña caja de bombones comprada en el aeropuerto para la ocasión y le pregunto si podemos disponer de una llave a lo que me responde que no es posible, que no tiene copias. Que si necesitamos algo, que lo llamemos por teléfono. Estoy exhausto, ha sido un largo día. A pesar de ello me siento a meditar sobre mi futón mientras el resto duerme. Duermo profundamente.




     15 Oct.
     Un vendedor ambulante me despierta con su animada cantarela. Me asomo a la ventana, en la estrecha callejuela repleta de verdor, lo veo pasar con una bici cargada de naranjas y plátanos. La luz del sol se filtra tenue a través de la suave neblina que todo lo inunda. Un elegante pájaro negro con cresta y pecho rojo y el pico muy fino y alargado que tengo justo enfrente, a un par de metros, me deleita con su delicado canto.  A pesar de ser más de las nueve, me siento a meditar. Sobre las diez, Willie se despierta. Los dos decidimos mudarnos a una pensión. Sin más dilación, tras despedirnos de la estirada novia belga de Vishnu, pidiéndole que haga lo propio para con este, Nos  largamos.
     En Thamel Willie se decide por una céntrica pensión. Yo prefiero probar suerte en Paknajol, una zona que parece más tranquila y apartada al norte del barrio. Consigo una habitación correcta con baño compartido en la “Tibetan Peace Guest House”, una pensión más que económica y animada pero tranquila. Regentada por una alegre familia tibetana, dispone de un agradable jardín rodeado de caléndulas. Paso el resto del día descansando y leyendo.



     Del 16 al 18 de Oct. 
     Invierto estos días en preparar mi ruta. Estoy leyendo “El Leopardo de las nieves” y se me ha metido en la cabeza la extravagante idea de ir a Dolpo. El permiso a la parte alta me resulta inaccesible, pero me contentaría con visitar el Bajo Dolpo que tan solo cuesta 20 dólares. ¡Como somos los seres humanos! ¡Nunca tenemos suficiente! Lo estudio del derecho y del revés, pero entiendo que no puedo emprender semejante travesía solo. Mi amigo David, que planeaba unirse a la aventura, descarta el viaje y se queda en España por cuestiones burocráticas. Algunas agencias ofrecen expediciones a Dolpo, pero no hay salidas a la vista. Además, una expedición queda absolutamente fuera de mi escaso presupuesto y la idea es viajar de manera independiente, no ligado a un grupo organizado. Busco compañero de viaje en foros de internet, pero tampoco hayo resultados. También necesitaría una tienda ligera, la mía la dejé en Vio y las de imitación que se encuentran en las tiendas de Thamel me parecen menos que fiables.  Finalmente, guiado por la sensatez y el buen juicio, decido dejar la aventura de Dolpo para el futuro. Quizás con mi amigo David el año que viene.
Decido ir a las anapurnas, como dice mi madre, la primera idea suele ser la buena. En estos días he conocido muchos turistas que van a Langtang. Este parque nacional, de reciente apertura, ha recibido muy buena publicidad en los últimos años y parece estar muy de moda. El circuito del Anapurna es probablemente el trekking más famoso del mundo y por supuesto recibe una gran cantidad de  visitantes. Pero la zona es mucho mas amplia y variada y si sumamos la ascensión al santuario y algunas de las posibles variantes puede resultar, como dice la guía, una experiencia épica de 25 o 30 días.
     En la tienda de un simpatiquísimo sherpa, la mar de amable y experto, cambio mi saco del decatlón que considero insuficiente por un extraordinario plumas, Nord Face de imitación pagando un suplemento de 20 euros. También decido cambiar un forro fino por un jersey muy ligero y abrigado de pashmina que considero mas adecuado. Completo mi botiquín con un antibiótico en caso de disentería que no había previsto y un blíster de Dyamox para ayudar a la aclimatación en caso de mal de altura que me recomiendan llevar.
     El domingo, es el día más importante de Dasain, la mayor fiesta anual de Nepal que dura 15 días y celebra la victoria de la diosa Durga sobre las fuerzas del mal, personificadas en el demonio búfalo de Mahisaura. Cientos de animales son sacrificados en su honor. En cierto sentido podría decirse que es el equivalente a la Navidad en nuestra cultura. Camino hasta la plaza Durbar, centro histórico de Katmandú. Las calles están llenas de gente celebrando la festividad. Van todos muy arreglados, las mujeres lucen sus mejores galas. A los hombres, una gran señal circular dibujada con una mezcla de arroz y carmín les cubre la frente. Todos se muestran muy alegres, cordiales y felices. Los comercios, a excepción de las peluquerías, los sastres y los vendedores ambulantes, están cerrados. La plaza, desprovista hoy del control de entrada para turistas, es una autentica joya. Los devotos hacen cola en la entrada de los templos para presentar sus ofrendas a las divinidades. Las procesiones se suceden por las estrechas calles de los alrededores que esconden fascinantes rincones, templos, stupas y patios. Al final del día me retiro, muy contento de haber pasado Desai en este lugar y listo para iniciar mi aventura en el Himalaya.



     19 Oct.
     Al salir de Katmandú, me siento como Harryson Ford en Blaid Runner (versión final feliz) cuando sale de ese oscuro submundo urbano y descubre que la naturaleza todavía existe en el exterior. Uno respira de nuevo. Tengo la sensación de haber estado todos estos días conteniendo la respiración. Al bajar del autobús, en la parada que este hace para desayunar, en un restaurante al aire libre al borde del Rio Mahesh Khola respiro profundamente. El clima es perfecto y por vez primera desde que salí de España disfruto del contacto del sol en mi piel. Hasta ahora, una densa neblina lo cubría todo.

     Disfruto del hermoso paisaje de colinas arboladas y campos de arroz. El rio resulta algo inquietante, en algunos puntos descubro la formación de fuertes remolinos que arrastran cúmulos de basura. Observo como, un animal muertoinas arboladas y campos de arroz. El rio resulta algo inquietante, en algunos puntos descubro la formación de fuertes remolinos que arrastran cúmulos de basura. Observo como, un animal muerto del tamaño de un perro o una cabra, es arrastrado por la corriente y finalmente engullido por el rio. ¿Dónde habrá ido a parar? Reflexiono en torno al modo en que las ciudades, carreteras y otras construcciones se comen la naturaleza. Igual que el agua de este rio se ha tragado a ese animal, el cemento y el asfalto de la civilización humana se traga toda forma de vida con una velocidad de vértigo. Me inquieta mucho más, el hecho de pensar dónde va a parar toda esa vida.

     Tras ocho horas de autobús, recorriendo estrechas carreteras serpeantes llanas de baches, abducido por la belleza de los paisajes, llegamos a Pokhara. Esta ciudad no me parece en absoluto atractiva, pero su emplazamiento, entre el hermoso lago Fewa y la cordillera de las anapurnas es, sencillamente, perfecto. Allá se ubica el Lakeside, uno de los centros turísticos más solícitos del país. El día esta despejado y el atardecer, con las montañas y  el lago es una delicia. Más tarde me arrepentiré de no haber llevado conmigo la cámara ese día en mi paseo por el lago. Por lo que he podido comprobar, lo que venden todas las imágenes de Pokhara (las vistas de las montañas nevadas tras el idílico lago) resulta dificilísimo observar desde este lugar. Por lo general, a pesar de disfrutar de un agradable clima templado y de unos rincones muy apacibles al Norte de Lakeside, las nubes, casi siempre esconden el precioso tesoro nevado.



     20 Oct.
 
     Dejo aquello que no necesito para la travesía a la custodia del amable propietario de la pensión. Muy contento, mochila a la espalda, me dirijo a la oficina de inmigración para tramitar mi permiso de trekking. Lo que no he conseguido en varios intentos días atrás en Kathmandú a causa del festival, lo obtengo aquí en menos de media hora.

     En un a casa de comidas me atravieso un dahl bat a modo de almuerzo. Dahl significa lentejas y baht arroz y normalmente va acompañado de un curry de verduras y chapati. Los más completos vienen con un pikkle y yogurt… Suele servirse en bandejas de inox con compartimentos o, en una bandeja redonda el arroz y en cuenquitos individuales el resto. Yo lo consumo a diario. Es de lo más completo y nutritivo. Estos ingredientes (legumbre y arroz) constituyen la base de la alimentación en más de medio mundo. 

     Con las pilas cargadas me dirijo a la concurrida estación de autobuses. Tomo el primero que sale a Besi Sahar, punto de partida de la travesía. Disfruto de un viaje que esperaba corto y se convierte en cinco largas horas en un autobús en el que, cuando uno piensa que no cabe ni un alfiler, se suben cinco, cargados hasta los topes, con más insospechada impedimenta.

     A mi lado, la madre de dos preciosas criaturas, que me recuerdan mucho a mi sobrina Rajkumari cuando llegó a España desde estas tierras,  ya no sabe cómo acomodar a las niñas. En un momento dado me dedica una mirada interrogante, yo miro mi regazo, me doy una palmada en las piernas y le ofrezco mis brazos. La niña me dedica una de esas sonrisas que le roban a uno el corazón y, muy coqueta, accede a que la tome en brazos y la siente en mi regazo. ¡Mucho mejor! Los cuatro viajamos así, mucho más cómodos. Pese que la madre no hable una palabra de ingles, Sumita, que enseguida se presenta, me demuestra su perfecto dominio de esta lengua haciéndome un exhaustivo interrogatorio. Esta niña de ocho años, se convierte enseguida en mi primera maestra de nepalí. Jugamos a veo-veo, nombrando  todo aquello que vemos por la ventanilla del autobús. Su hermana pequeña duerme en el regazo de su madre. De este modo aprendo, que ruk es árbol, nadi – rio, ghar – casa, bhat – arroz, indrini – arcoíris, ping – columpio…